La comparación entre libros y música es casi inevitable. Si caemos en la simplificación, se podría decir que los libros están donde estaba la música cuando empezó a popularizarse el P2P: hay ebooks de acceso libre, por pago y por p2p, y empieza a haber lectores que permiten leer con comodidad los ebooks. En los primeros momentos de las redes p2p, la oferta de música era limitada (lo más popular), los reproductores eran caros y limitados y la mayoría de los consumidores seguían accediendo a la música pagando por CDs.
En menos de una década, la situación dio un vuelco completo. La comparación crea terror entre los editores, y hasta en los autores.
La comparación válida, sin embargo, es la de vinilo es a digital como papel es a e-ink.
En vez de dejarse llevar por el pánico y tratar de poner defensas, digo puertas, al campo, creo que lo lógico sería que el mundo editorial examinara con atención ese momento crítico de la transición de lo analógico a lo digital, dejando a un lado por un momento la amenaza de los P2P.
No soy el primero en señalar que la evolución de la industria musical cuando se saltó a digital fue una clamorosa victoria pírrica: se cobró más por lo que costaba mucho menos producir y distribuir. Los beneficios eran tan descomunales que, lógicamente, impulsaron a mantener el modelo a cualquier coste aún cuando el contexto tecnológico y social había cambiado por completo. Si nos ponemos marxistas (¡huy, lo que he dicho!), los condicionantes infraestructurales tienden a ser más influyentes que los estructurales y así, por más iniciativas que se han puesto en marcha, las ventas de CD han caído en picado. Pero han caído desde el pico de ventas del apogeo del CD, quizás no tanto si hiciéramos una media de la historia de este formato.
La historia ya ha pasado. La evolución del mercado musical ya ha tenido lugar, y se pueden extraer lecciones apropiadas.
Por una parte, no va a haber efecto CD. No va a haber forma de que los e-books, incomparablemente menos costosos que los p-books, salgan a un precio similar (ni te cuento superior) al de los p-books como ocurrió con CDs y vinilos. Este es el mundo de Internet y las P2P.
Por otra, parece imposible que se evite por completo el impacto de los P2P. Son la caja de pandora de nuestros días: por cada forma de ataque legal surge una nueva variante tecnológica. De hecho, ya existe la tecnología que podría suplantar tanto a bittorrent como a emule y a kademlia si fueran cerradas por un combo legal/ISP. Lo único factible y asumible es limitar el efecto P2P, de manera que al final se vuelva a favor de creadores y editores.
Si se ponen en marcha vías sencillas de comercialización de ebooks a precios razonables, serán el mejor incentivo posible para la popularización de los lectores de ebooks. Si los precios caen por debajo de ciertas barreras mágicas (10 euros ahora, 6-5 euros después), el incentivo para el P2P caerá dramáticamente, produciéndose con alta probabilidad la paradoja de que cada copia de un ebook que circule por P2P no producirá ni un euro directo al autor o al editor pero contribuirá a la visibilidad del libro, con lo que a la postre redundará en su beneficio.
Como indican en el artículo de elpais.com que
cité el lunes, un factor realmente importante de la popularización de las redes P2P fue que no tenían alternativa legal en su momento de crecimiento (cuando llegó itunes, las redes P2P habían madurado... y, con todo, ha alcanzado un éxito sobresaliente). Por lo tanto, si AHORA se ponen en marcha redes de comercialización de ebooks desde principios razonables (menos variedad de formatos, más sencillez del proceso de venta, mejores precios), las editoriales se estarán preparando para el mundo de mañana-mañana. Si no, estarán jugando al juego que las productoras musicales han jugado y perdido, y encima sin recibir las montañas de beneficios a corto plazo que recibieron al comienzo de la era del CD.
Paro de escribir por el dolor de cabeza que tengo por culpa de la puñetera tormenta que no acaba de romper. Estaría fenomenal que alguien se animara a mejorar el cuadro que presento que, insisto, no es original pero sí importante en estos momentos