Nota previa: el texto de este post es lo suficientemente largo como para que crea que tenga sentido ofrecer la versión .
mobi (para Kindle), .
epub y .
fb2. Si vuestro ereader accede a Internet deja de tener sentido descargarse la versión adaptada, claro.
Habréis podido comprobar que, con la sola excepcion de Sony, los últimos ereaders que han salido al mercado con ganas de ser vendidos incorporan wi-fi. Y conociendo la historia industrial de Sony, desde el Betamax hasta el MemoryStick, pasando por el MiniDisc y el Universal Media Disc, lo de excepción parece más una maldición bíblica que otra cosa.
Sea como fuere, y hasta que vengan los ereaders con nuevas pantallas a color (los "dispositivos de convergencia" entre tabletos y ereaders de los que os hablé en el
último post acerca de Mirasol), parece que la siguiente
big thing es la conexión por wi-fi.
La pregunta con la que titulo este post tiene todo el sentido. De hecho, es la base de la evolución de los ereaders. Antes de preguntarse ¿para qué los ereaders?, hubo que preguntarse ¿para qué un teclado en un ereader? A esta primera pregunta no ayudaba en absoluto el diseño ortopédico del primer Kindle y su teclado en cascada
Más allá del espanto visual de ese teclado, la pregunta que muchos se hicieron fue ¿Para qué el teclado? que se conectaba implícitamente con otra pregunta implícita, verdaderamente en las raices, esencias o subsuelos de los primeros ereaders: ¿Para qué necesita un
teclado un
libro?
Un libro no tiene teclado, y un ordenador no es un libro. Esa contradicción conceptual tuvo sentido en su momento, mientras se lograba independizar el libro como texto de su continente físico. Echando la vista atrás, parece inevitable que los primeros ereaders imitaran lo más textualmente posible a los libros previos, a los p-books, no sólo por bajar la sensación de extrañeza y alienación de su imaginado comprador, sino porque la radicalidad en el diseño de productos de consumo se lleva mal con los encorbatados temerosos.
Kindle fue el primer lector de éxito con teclado. Hay que volver a decirlo: dejemos el espanto a un lado (mirando, por ejemplo, el Kindle 2, que a su lado es bello). Amazon metió un teclado para poder comprar ebooks con comodidad desde el propio aparato, pero el teclado ganó rápidamente una función más importante (para el usuario): anotar y subrayar con comodidad, algo imposible hasta la fecha. La fijación en imitar fielmente al libro de papel impidió a los diseñadores precedentes implementar con comodidad dos funciones indispensables para el estudio y para el trabajo con textos. De hecho, se llegó a implementar un lápiz para subrayar y anotar el ebook
exactamente igual a como se hace con el libro de papel... sin contemplar el resultado real, que no era otro que la utilidad del subrayado y anotado era terriblemente limitado (las marcas no se exportaban de forma útil).
Por más que la siguiente generación de ereaders no implemente teclados salvo excepciones (como ya dije, el problema es que
el teclado es númelo 10 y lo táctil, númelo 1), las funcionalidades de subrayado y anotado se implementan no imitando literalmente al p-book sino pensando en el ordenador dedicado que es un ereader y en los datos producidos anotando un e-book. El problema no se resolverá hasta que los señores de iDPF tengan a bien incluir en su formato la definición de subrayado y anotado, pero al menos se ha superado la barrera de imitar al libro para empezar el camino de un tipo de dispositivos optimizados para la lectura.
Y digo, con todo el sentido, empezar. Nos queda un largo camino hasta dar con el conjunto de características óptimas. Y esto me vuelve a llevar a la pregunta que titula el post. ¿Para qué wi-fi?
Pero vamos a ver, ¿un ereader no es para leer libros? ¿Qué aporta al usuario que su ereader se conecte a Internet, especialmente si tenemos en cuenta que los navegadores de los ereaders siguen estando muy limitados?
La respuesta convencional sería:
acceder a las tiendas y librerías de ebooks para descargar o acceder a los ebooks. El primer caso es el de Amazon y Barnes & Noble: para ellos, es una ventaja tremenda que el usuario no dependa de la conexión a un PC para descargar los ebooks, porque se fomenta la compra impulsiva. Para el usuario, si se siente a gusto con la compra impulsiva, también es una ventaja, y se le deja con el caramelo de acceder (despacio y con limitaciones) a contenido web.
El segundo caso está por ver. Dada la falta de claridad que aún perdura sobre el modelo de negocio y comercialización de Google Editions, no está claro si se van a poder descargar los libros o si, por el contrario, sólo se va a poder acceder al libro con un dispositivo conectado a Internet, sin poder descargar localmente el archivo. Tengo mis dudas de que no se pueda descargar el ePub, porque entonces se renunciaría a buena parte del mercado de early adopters, con dispositivos sin conexión a Internet.
No es por nada, pero no veo que conectarse a Internet para descargar ebooks acabe de merecer la pena. Y ojo, lo he usado y es cómodo, pero tampoco se me caen los anillos por conectarme con el PC a la librería y adquirir y/o descargar un ebook. Lo que realmente me aporta de la conexión wi-fi en un ereader es acceder a contenidos web, desde la wikipedia a instapaper o readitlater (lo que más he usado).
Sin embargo, hay muchas quejas y opiniones negativas de la navegación usando ereaders. Y tienen razón:
- Los navegadores de los ereaders hasta ahora eran muy limitados
- La capacidad de proceso de los ereaders también era reducida, porque para mostrar textos hace falta muy poca, y la cosa era abaratar en lo posible por esa vía
- El refresco de las pantallas e-ink es lento, y como resultado se añadían valiosos segundos a la carga definitiva de una web
Para un formato físico parecido, los tabletos dan mejor resultado, porque ofrecen una experiencia mucho más fluida, comparable a la de los smartphones (no hay que olvidar que un tableto no es otra cosa que una PDA o smartphone gigante). Por otra parte, los ereaders híbridos también solucionan la papeleta: el Alex ofrece fluidez en la pantalla inferior, y comodidad de lectura en la superior.
Al igual que en el caso del teclado, creo que estamos ante un problema evolutivo. Efectivamente, la conexión wifi para descargar ebooks no marca una diferencia profunda, y la experiencia de navegación es limitada y palidece en comparación con la de un ordenador o tableto. El problema reside en que
un ereader no es un libro... y tampoco un ordenador. Es un dispositivo optimizado para la lectura
Lo primero empieza a quedar claro: las convenciones de uso y los límites del papel no se aplican al ereader, y rendirse ante ellos es tirar piedras a tu tejado. No hay problema en que un ereader tenga teclado si con ello se implementa bien el anotado y subrayado.
Lo segundo es el momento actual, en pleno tsunami tableto. Hay que tener en cuenta que un tableto no es otra cosa que un ordenador capado, pero en el mismo concepto. No tiene las capacidades de un ordenador con sistema operativo completo (Windows, Linux, OSX), pero tiene la misma concepción generalista: ejecutar aplicaciones para llevar a cabo tareas, desde navegar hasta escribir, pasando por jugar, geolocalizarse y mineralizarse.
Un ereader tiene la forma de un tableto, pero es otra cosa.
No es un dispositivo generalista, sino que está especializado en facilitar y optimizar la lectura.
Y ésa es la madre del cordero, señoras y señores. Incluso en navegación, de momento, es inapropiado pedirle resultados de tableto, porque es evidente que la especialización de un ereader le obliga a muchos "sacrificios"... si se le entiende mal. Un ereader no está pensado para navegar.
Pero tiene ventajas significativas si dispone de conexión wi-fi
¿Contradicción?
Pensadlo dos veces: evidentemente, consultar un feed RSS, o un gran número de webs, o twitter, o CaraLibro, es un coñazo. Es lento y limitado.
Pero si descargamos una serie de artículos largos, como se hace con Instapaper o ReadItLater, la cosa cambia. Precisamente, los artículos largos se leen mejor con un ereader debido a la comodidad que tiene para la vista la pantalla de tinta-e. Más aún, los ereaders dan nueva vida a un formato demodé, la revista electrónica, digital o el término que prefiráis.
Edge o
First Monday son dos de mis revistas preferidas, y hasta hace no mucho las imprimía ante la diferencia de experiencia que implicaba leer textos largos en pantalla. Eso me fastidiaba por una diversidad de motivos que se resumían en el momento que acababa de leer y tiraba lo impreso.
De hecho, este mes quería hincarle el diente a
Bubbles, gullibility, and other challenges for economics, psychology, sociology, and information sciences, un articulo del first monday del mes pasado. Si lo hago con un ereader sin conexión a Internet, tengo que convertir primero el archivo a .mobi o .epub, según sea el caso. No es el fin del mundo, claro, pero no deja de ser un coñazo... prescindible, sobre todo. El Alex (Papyre 6.S), o el Kindle con la conexión a Internet sin capar, me permiten prescindir del PC y acceder en el momento a esos contenidos. Igual pasa con los artículos largos y gozosos (por ese orden) de la Wikipedia inglesa: no es lo mismo leer un artículo de 3.000 palabras en tinta-e que en una pantalla retroiluminada.
Por todo esto, creo que la siguiente etapa evolutiva de los ereaders es
superar al ebook. Superarlo, no en el sentido de abandonarlo, sino en el de acceder y permitir la lectura gozosa de textos largos que no tienen por qué ser novela o monografía. No sólo por lo presente, por descargas de instapapers o readitlateres, sino por ese tesoro magnífico de revistas y textos largos que, por más que no tengan hoy en día la visibilidad que tuvieron en la Internet joven (
Internet se inventó para ellos), siguen siendo un tesoro cultural de primera magnitud.
Por ejemplo, el creciente y ya imprescindible catálogo de revistas académicas Open Access. ¿Tiene sentido descargarlas e imprimirlas? Casi no, pero aún ganaríamos más si el ereader pudiera acceder sin ayuda del PC a esos contenidos, para poder hincarles el diente en cualquier momento.
Lo que estas líneas me han dejado claro es que cualquier ereader que compre o aconseje en el futuro tendrá que incorporar wi-fi. Renunciar a la conectividad independiente es absurdo.