martes, noviembre 29, 2005

Los gilipollas, la campana de Gauss y la brecha digital


¿A qué huelen las nubes?
Esa pregunta de un publicista inspirado es tan fácil de responder como es fácil de definir la cualidad de "gilipollas". La mejor definición que he encontrado por ahí: la del bushcador.
Cuando la equiparamos con "tonto" perdemos el tiempo, porque para empezar el sentido literal de tonto es casi un arcaicismo. Mi mejor intento, evitando en lo posible la tautología, sería "aquellas personas de inteligencia normal (IQ superior a 81 en una base 100) cuyas ideas, decisiones o elementos de su cosmovisión en general son incoherentes con dicha inteligencia".
El problema se agudiza si consideramos lo altamente imprecisa que es la medición del IQ y, en general, el baremo para dictaminar la cualidad de gilipollas: otros individuos de inteligencia normal, potenciales gilipollas también ellos. No es sólo que en algún momento dado todos hemos tomado decisiones gilipollas sino que, bajo el criterio de otros, nuestra persona puede caracterizarse como gilipollas. Y recordemos que lo de gilipollas va de eso, de criterios.
Una variación interesante viene de un idioma que tiene a bien definir a los gilipollas. En hebreo, fraier (פרייאר) es aquel ser humano crédulo, que hace todo según las normas, que no se salta jamás las reglas, etc. Entre los israelíes, existe una preocupación muy seria por no ser ni parecer fraier.
Sinteticemos: todos nos comportamos alguna vez como gilipollas, pero el gilipollas esencial, ontológico y de antología, está en el lado malo de la campana de Gauss: de μ -2 a la derecha.
La combinación de mi definición y la definición de fraier puede ser útil para analizar el comportamiento de ciertos comerciales de los que hablé ayer.
En efecto, esos comerciales no formados en TIC, que venden humo a diestro y siniestro (como hacen mis primos, tal para cual aunque no son lo mismo porque el comercial, en algún sentido, trabaja), se mueven bajo una definición de gilipollas bastante diferente.
vender humo ~ vender motos ~ vender la burra... entiendo que no es posible vender "cualquier cosa" a "cualquiera" sin identificar a tu interlocutor como "gilipollas" (o "primo", en sus términos). Para maximizar las ventas, claro está, el no-gilipollas tiene que ser la excepción.
Supongamos que coincidís con mi definición de gilipollas esencial (μ -2). Si estos comerciales siguen existiendo, algo falla, ¿no?
¿Cómo podemos explicar, en otras palabras, que los clientes de estos comerciales compren productos que no necesitan, o que no hacen lo que necesitan? Dicho de otro modo: aquellos clientes de estos comerciales que no caen dentro de la categoría de gilipollas esencial, ¿hacen el gilipollas cuando firman una venta?
Yo diría que no necesariamente.
Es cierto que estos comerciales patológicos tienden a tener ciertas habilidades dialécticas ante las que nadie es invulnerable en un momento dado. Todos tenemos un día tonto o, como se indica líneas arriba, todos podemos hacer el gilipollas en un momento dado.
Más allá de esto, creo que el problema fundamental es la brecha digital. La brecha digital ni tiene que ver con la dimensión ocasional ni esencial de "gilipollas": es una característica diferente de los individuos y las comunidades, mucho más reciente... y de repercusiones más severas.
El potencial cliente de estos comerciales trabaja en un entorno en el que la ventaja productiva de las TIC es un hecho completamente consumado. Por diversos motivos, muchos de estos potenciales clientes están en el lado malo de la brecha digital: carecen de la información y conocimiento adecuados para tomar decisiones óptimas sobre productos o servicios TIC. Se enfrentan a un dilema: o comprar lo que no necesitan, o no comprar lo que podrían necesitar, porque "yo no soy un [gilipollas|primo]". En ambos casos, las consecuencias de su decisión son perjudiciales.
El problema de España es que si el gilipollas esencial está en μ -2, la población que está en el lado malo de la brecha digital es significativamente más numerosa. Los directivos, funcionarios y profesionales con poder de decisión, tienen su cuota de representación en "el lado malo de la brecha digital". El efecto combinado y acumulativo de sus decisiones es mucho más importante que todo lo que el Estado pueda hacer o dejar de hacer de cara a la situación de la brecha digital en España.
Y de momento no se me ocurre ningún remedio. Si como veíamos ayer, muchos barrapunteros se quejaban de que el comercial vendehumo era mucho más valorado que el desarrollador, a la fuerza tiene que estar relacionado con la brecha digital. En mi opinión, todos los lamentos de ayer, y muchos otros, nos hablan de un país con un sector de desarrollo y servicios TIC en el límite mismo de la viabilidad, algo que no puede cambiar sólo con iniciativas del Estado. Es el zeitgeist de nuestro país, un problema fundamentalmente cultural e idiomático. Un problema que, ante todo, necesita concienciación.

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