
La parte negra: mi "primo" profesional, el sociólogo/opinólogo. El que habla de todo lo divino y lo humano. El que habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla, y habla,... como el conejito de duracell, solo que sus pilas son su sueldo de funcionario y/o su red social que le engancha perennemente a diversas tertulias mediáticas o puesto avanzado (por decir algo) de comentarista social. Sí, ése que es capaz de decir cualquier cosa, y cuanto más epatante, mejor. Ese que para explicar las realidades sociológicas de Internet deja con la boca abierta a sus (incautos) alumnos, diciendo cualquier barbaridad sobre los cyborgs mientras pone diapos con capturas de páginas warras.

El problema era de origen: ni les gustaba ni les gusta el ordenador. Pillaban todo tarde, cuando llegaba el buzzword específico a los media, y lo pillaban regurgitado de los media en vez de experimentarlo directamente. Seguían viviendo no sólo de, sino en los media: a su ritmo, a un ritmo varias veces inferior al de Internet. Y el gap ha seguido aumentando desde que el primero de mis primos, allá por el 99, habló tímidamente de esa novedad(XDXD) de los chats.
En el mundo real, fuera de sus auditorios cautivos, a mis primos casi nadie les toma en serio. El cachondeillo es el tono general, y no sin razón. Lo malo es que son los miembros más visibles del gremio, y contaminan la imagen de la profesión.
Como siguen leyendo sus periódicos y viendo sus programitas de la 2 para entender Internet, van a seguir hablando del jodío Cyborg durante unos años más. Cada vez más en el vacío. Cada vez más entre ellos. Mientras, el mundo real sigue girando a una velocidad cada vez mayor.
Por cierto, no hablo de los sociólogos. Hablo de esos sociólogos. Sí, ellos saben de quién hablo... saludetesss XDXDXD
