¡Cómo ha cambiado el cuento!
En aquellos días, los tablet PC sólo nos interesaban a cuatro frikis. La blogosfera que se dedicaba a ellos y a las tecnologías de movilidad ni pensaba en hacer el switching a Apple.
En aquel momento, como ahora, la barrera era el precio subjetivo: a los usuarios y a las empresas les costaba mucho, demasiado, justificar un 100% de diferencia de precio respecto a los 1000 euros de un portátil decente de la época. Recordemos: 2005. Faltaban dos años para los netbooks, y 5 para los tabletos.
La justificación tendría sentido si se le sacaba partido al famoso lápiz. Lo peor es que las tecnologías e-ink de Microsoft funcionaban bien desde el principio (con vista maduraron por completo, y ahora están integradas en 7), pero no había software que les sacara partido más allá de OneNote y algún producto sacado por algún valiente. Aprovecho la presente para recordar que los jefes de la división de Office de la época fueron esenciales para que no saliera adelante un producto revolucionario. No fueron los únicos, claro: también tuvo su parte el hecho de que la licencia OEM de Windows XP Tablet Edition costara el doble, y que wacom se emperrara en unos precios absurdamente caro para sus matrices activas, imprescindibles para los tablet PC. A cada uno lo suyo.
Aplicaciones y precio. Mejor dicho, precio y aplicaciones. 2000 euros era mucho dinero que había que sopesar respecto a los beneficios, y los beneficios eran limitados si se centraban en onenote. Jodcaramba, no había ni un software lector de ebooks que aprovechara el lápiz.
La puntilla, claro, la ponía Microsoft con su nula política de comunicación de los tablet PC mientras eran algo novedoso. ¿Visteis anuncios en prensa contratados por Redmond sobre las maravillas que se podían hacer con un tablet PC? ¿No? Pues yo, tampoco. Bill Gates parecía desgañitarse, en sus últimos años como CEO de Microsoft, sobre las ventajas de los tablet PC. Pero su empresa no seguía su visión, y sus denodados esfuerzos por agitar el nogal sólo lograron que otros recogieran las nueces, en cupertino y en otras partes.
Fracaso comunicativo era mi conclusión para aquellos días. La gente entonces entendía que al teclado le sustituía el lápiz, cuando no tenía por qué ser así: un tablet PC era y es un PC con más interfaces de usuario, y a un slate siempre se le podía añadir un teclado externo, igual que se hace con un desktop. Lo mejor es que en 2011, el teclado no parece tan imprescindible a la vista del sensual multitouch. ¿De qué estamos hablando, entonces? ¿De necesidades objetivas? ¿De getting the job done?
En 2005 los slates parecían condenados a morir. Y en parte fue así: sólo fabricantes muy concretos (como motion computing y fujitsu) siguen fabricándolos para nichos verticales, como sanidad o trabajo de campo muy concreto.
En 2011, los tolomatos hablan de la era postPC. Increiblemente, parece que lo que se muere no es el tablet PC, sino el PC. ¿Tiene sentido? ¿Tiene justificación objetiva?
¿O se trata sólo de modas, de economía de la atención y de consumo conspicuo?