Iba a ponerme a comentar las noticias del Kindle DX, pero se me ha ocurrido que es importante hacer primero una aclaración
¿Qué sentido tienen unos lectores que no caben en el bolsillo?
¿De qué estamos hablando?
Pues de unos lectores basados en e-ink que sacrifican la portabilidad a cambio de poder leer documentos (principalmente, pdf) formateados en A4 sin necesidad de lupa, en muchos casos sin tener que leer apaisado y, sobre todo, sin tener que hacer reflow del documento. El reflow es vendido por quien lo implementa (adobe, con su nuevo kit, y otros), como la panacea. Sin embargo, descabala a la fuerza los documentos con maquetación compleja, tanto por la disposición del texto como por las imágenes que incrustra.
El significado de PDF (Portable Document Format) no se debe, precisamente, a la facilidad con la que se puede portar a otros formatos distintos del que ha sido concebido. No olvidemos de que el origen de PDF no tiene que ver con los ebooks: se trata de un formato físico que, junto con postscript, son los formatos más populares para impresión en papel. Al contrario que los formatos que no son físicos, lo que ves en pantalla va a salir
literalmente en el papel, de manera que son perfectos para el mundo editorial.
Con esta descripción me dejo muchas funcionalidades y ventajas en el tintero, pero vale para mi argumento. La cuestión central es que PDF no se definió desde el principio como reflowable, porque no era su función. Y ahora, cuando tenemos zillones de documentos PDF y lectores de tinta electrónica con un tamaño de pantalla físicamente diferente al que está marcado en el PDF (la inmensa mayoría están para DinA4) es cuando surgen los problemas. Algunos lo solucionan con un parche mejor o peor logrado (el eslick de foxit bastante bien, al parecer); otros, con un conversor de PDF a un formato reflowable, ya sea .mobi o .epub.
En cualquier caso, siempre se trata de un compromiso, y siempre se pierde: se pierde el aspecto que pretendía el autor o el maquetador y, con él, el flujo de información. Los textos técnicos o cualquier tipo de documentos en los que las imágenes o ilustraciones sean esenciales no se van a ver bien en un documento PDF impreso en A4 y luego reflowed; más aún, una variedad de documentos A4 mucho mayor de lo que parece sufrirán diferentes grado de pérdida que van desde lo estético hasta la franca incomodidad.
Ahí es donde entran los lectores de gran formato, contra los que no pueden competir los primeros lectores de 6" a la hora de visualizar PDF en A4. A su vez, son un compromiso, porque 10" en diagonal son menores que la diagonal de un A4; sin embargo, si hicieran un lector de A4 "puro", sería un armatoste considerable, como poco sus buenas 3 pulgadas más grande en diagonal que un folio A4.
En 10" se puede leer perfectamente un documento A4, sobre todo si ajustamos el zoom al ancho de texto y obviamos los márgenes. Sus usuarios pueden contar con una biblioteca portable con todos los artículos, informes y libros que tengan en A4. Para empezar, la inmensa mayoría de las revistas científicas y técnicas; para continuar, una buena parte de la documentación de referencia se ha producido hasta la fecha en A4.
Si pueden contar con herramientas propias de un lector electrónico (comentario, bookmark-etiquetado, búsqueda), la ventaja es decisiva. Lo primero ya está, que es el soporte físico. Ahora queda que se termine de implementar con eficiencia y limpieza aquellas funcionalidades más importantes para el documento electrónico como instrumento. Y para ésto, los fabricantes tienen que terminar su propia transición al lector de ebooks: no es el equivalente literal de un documento en papel, sino algo mucho mayor y potencialmente más poderoso: algo que puede acabar transformando las operaciones de lectura, trabajo y estudio.
Todo esto está muy bien, pero... ¿Quién es el público objetivo de estos lectores?
Las primeras notas apuntaban al público empresarial, un concepto un tanto vago y que se resume en "aquellos que ellos o su empresa tienen dinero para pagar lo que cuesta un lector de 10" ". Cuando leí eso me sentí un tanto escéptico, porque muchos trabajadores de cuello blanco y pilotos de escritorio varios no tienen que trabajar de forma intensiva con grandes cantidades de texto.
El público académico sería mucho más apropiado... si no fuera por que cuanto
más dependen del texto, más dependen del texto. O sea, más reacios son a cualquier innovación tecnológica. En seguida sale a relucir el tacto (a pesar de que no son ciegos) o el olor (que generará sensaciones hipotalámicas semejantes a las que genera una baja concentración de ozono, inundándonos con sensaciones de lluvia cuando éramos niños). Los académicos más técnicos podrían ser menos reacios.
Luego estarían los estudiantes, pero no suelen andar sobrados de dinero. Sería para ellos una inversión compleja, con el miedo a la ruptura o el robo y teniendo que pagar de todas maneras por los ebooks de texto (se supone que abaratados). Por no hablar de que tendrían un fuerte incentivo para tratar de piratear los ebooks de texto, algo que no creo que sea muy del agrado de las editoriales.
Finalmente quedan los nichos profesionales - editoriales, profesiones técnicas, ¿médicos? - para los que llevar encima y poder anotar una biblioteca de documentación A4 puede suponer una ventaja operativa para su trabajo.
Me gustaría preguntaros si se os ocurren otros usos, profesiones o nichos para los lectores de gran formato. No sé vosotros, yo mismo compraré uno cuando sea necesario y me lo pueda permitir (he montado una start-up y andamos muy justos de dinero, como todos los que empiezan), pero de momento veo al lector de gran formato como una magnífica solución pero que, en el mejor de los casos, es de nicho a la espera de que alguien haga una apuesta radical en funcionalidades y/o en
precio.