Acabamos de finalizar un año interesante. Amazon acabó desembarcando en España, y aunque había quien tomaba eso como el Armaggedon de la industria nacional, lo que de momento nos estamos encontrando es con más oferta en español en los últimos 3 meses que en los dos años anteriores. Desde luego, lo que es deseable es que las alternativas se pongan las pilas en beneficio nuestro y por su mera supervivencia, porque tampoco sería deseable un monopolio de los ebooks comerciales.
Lo malo es que no es evidente cómo lograr esto. No voy a hablar de Libranda, porque a estas alturas ya está todo dicho hasta el punto de que algunos de sus fundadores están explorando otras vías sin problema alguno. Sin embargo, para todas las editoriales que quieran explorar vías alternativas a Amazon (complementarias o no), queda pendiente el tema del DRM: ¿Sí o no?
No es nada evidente, y despierta reacciones antes emocionales que racionales. Y ojo, es inevitable: tras años leyendo y escuchando a los amos de los medios y a sus bufones tratando a toda la población con acceso a Internet (buena parte de sus clientes, vaya) como delincuentes, todo lo que suene a protección contra copia no autorizada suena a insulto, amenaza e incluso cosas peores por venir.
Esto tienta a caer en el wishful thinking: que es razonable, y hasta probable, sostener ingresos y modelo de negocio con ebooks sin DRM. En otras palabras, que el pago opcional, tome la fórmula que tome, va a ser aceptable y rentable. Y se asume esto, claro, en contraposición a otra idea igual de maniquea: el DRM es el mal absoluto y sin matices.
Es hasta sencillo, leyendo a indocumentados repetir una y otra vez la rústica comparación entre las manzanas y los contenidos digitales. La comparación que no suelen utilizar es la que podemos hacer entre cualquier trabajo en el sector servicios con los contenidos digitales: imaginaos que el pagano de vuestro trabajo tuviera la libertad de pagaros después de entregar un resultado, en lugar de atenerse a un acuerdo previo por el que vosotros os comprometéis a entregar un resultado determinado en una fecha determinada y la otra parte a pagar el precio y en los plazos convenidos.
El DRM facilita, que no asegura, esto. Pero introduce otra asimetría criticada con razón: la dependencia del usuario respecto al proveedor, el encadenamiento a un esquema DRM controlado por el proveedor. No puedes hacer lo que quieras con un archivo bajo DRM, tanto si quieres copiar un ebook a un amigo como si quieres leerlo en cualquier dispositivo bajo tu control. Y no hablemos de lo que pasaría si la empresa proveedora cerrara o si cambiara por algún motivo el suministro de los contenidos dentro de los límites del contrato: se daría el caso de que los contenidos por los que has pagado te resultarían innacesibles.
La revolución pendiente, que decían aquellos simpáticos muchachos de camisa azul, pasa por independizar por completo el DRM del proveedor y asegurar al usuario que, en todos los casos y pase lo que pase, va a poder seguir accediendo a los ebooks por los que ha pagado. Como ya sabéis, mi solución pasa por un esquema DRM completamente abierto, basado en un sistema de llave pública, y en una organización independiente que asegurara que, le pase lo que le pase a la empresa a la que compre ebooks, va a poder seguir accediendo a los contenidos que ha comprado.
Si ha comprado los ebooks, claro. Es asunto del autor ofrecer los libros protegidos por copyright o no, a la venta o no. Respetar esa decisión es una obligación cívica cada vez más urgente.
Hasta aquí los ebooks. Respecto a los ereaders, el panorama es muy diferente.
Los tablets como el que estoy escribiendo este post han hecho un daño completamente imprevisto a la evolución de los ereaders. Han acaparado de sopetón el grueso de la atención del público, lo que unido a la apuesta competitiva de Apple han lanzado a los ereaders a tumba abierta a una posición de commodities.
Cada vez es más arriesgado lanzar un ereader que ofrezca algo más que lo mínimo para leer, dado que el público ya identifica ereader con 100$, y el precio premium compite en desventaja con un tablet que permite llevar a cabo muchas más tareas. Por si fuera poco, Sony es el único gran fabricante que sigue apostando por los ereaders, mientras que las demás apuestas son de empresas poco dimensionadas que se las ven y se las desean para mantener actividad y ganar siquiera las migajas de la atención del público. Tras una serie de fracasos y hundimientos, a estas alturas parece suicida que un fabricante de ebooks apueste por crear un brand reconocible.
Eso, para empezar, aleja en el tiempo mi máquina de escribir digital. Sigo esperando sentado a que alguien saque un ereader al que le pueda conectar un teclado inalámbrico o por bluetooth, para delicia de mis ojos cansados y para poder escribir con más comodidad en un parque, sin volverme loco buscando las sombras y evitando los reflejos.
Para continuar, se está desperdiciando la tecnología de tinta electrónica. Los ereaders le sacan buen partido, claro, pero podría no ser el único. Otros dispositivos de mano, incluso smartphones, podrían aprovechar una pantalla primaria o secundaria de e-uno para ser perfectamente legibles a la luz del sol.
Bookeen es una empresa pequeñísima, una de las pioneras de los ereaders que no sólo tiene el merito de sobrevivir sino que, encima, sigue apostando por la innovación, por no rendir el ereader al estado de commodity de manera que el ereader acabe sirviendo para algo más que para leer. El problema es que ni ellos ni nadie están apostando de forma clara por la interacción y la conectividad, con cualquier tipo de teclado para empezar.
Este 2012 no se me antoja ni bueno ni sorprendente para los ereaders. Ojala que en el CES de este mes me demuestren lo contrario, pero cada vez soy más pesimista respecto al Señor Tablet, al tablet con pantalla no retroiluminada. Los fabricantes ahorran dramáticamente usando las pantallas LCD, y no demuestran apreciar ninguna de las alternativas, ni pixel-qi, ni mirasol ni liquavista. El primero ha incumplido demasiadas promesas, el segundo acumula casi dos años de retraso y el tercero cada vez parece más verde.
Insisto, me gustaría equivocarme. Me gustaría encontrar una apuesta sería, madura y sin carencias injustificables que descansara mi vista y me permitiera crear contenidos además de crearlos. Que fuera plenamente utilizable a la luz del día con mapas y visores de realidad aumentada.
A ver qué tal se da este año, amigos. Y sea como fuere, tampoco es para quejarse: después de todo, tenemos ereaders a precio de commodity y un catálogo de ebooks en rápida expansión, lo que parecía poco probable hace apenas un año.
Si a estas alturas aun no han dejado que ningún e-reader pueda usar un teclado externo, dudo que vaya a prosperar: ten en cuenta que los e-reader son dispositivos para consumir contenidos y no para crearlos, así que es poco probable que nadie vaya a gastar dinero ni recursos en dotar de esa capacidad a estos dispositivos. Además, no es una tecnología de moda, aunque se siga empleando: el tablet ha matado el protagonismo de los e-book readers.
ResponderEliminarEn cuanto a los tablets con pantallas sin retroiluminación, tampoco creo que en los próximos meses vayamos a tener la agradable sorpresa de su irrupción significativa en el mercado pero, al menos eso creo, ya tienen que ir apareciendo modelos poco a poco, aunque sea con cuentagotas.
Hay montones de tablets y todos intentan marcar diferencias con la competencia: las pantallas no retroiluminadas son una buena oportunidad de arañar cuota de mercado.
Y lo del DRM es aterrador: si el proveedor de los libros desaparece ¡me quedo sin libros! Es un problema, sin duda, un problema serio pero, ¿quién podría hacer negocio si sus libros se copian gratuitamente?
Aunque hay alternativas, como introducir publicidad: las revistas lo hacen, la prensa lo hace: puede parecer cutre, pero es una idea a tener en cuenta ya que ha funcionado antes.
Es un fastidio, pero no se puede ser optimista. Ciertamente, el tablet cumple eso de "video killed the radio star", lo que es un poco deprimente.
ResponderEliminarLo que dices del DRM es tan obvio como discutido por aquellos a los que el DRM les da alergia. Lo único que tengo claro al respecto es "en el equilibrio está la virtud" o "ni pa ti ni pa mi". Pero por avaricia o estupidez no se va a cumplir
Muy de acuerdo contigo, excepto tu frase "lo que de momento nos estamos encontrando es con más oferta en español en los últimos 3 meses que en los dos años anteriores", estás muy "kindlecentrado" ;-), la publicación en español se ha incrementado a lo largo de todo el año, no desde que abrió su tienda Amazon, a Amazon sólo se ha ido incorporando el catálogo que se ha ido construyendo desde Libranda y que ya estaba disponible en ePub, más las novedades de estas navidades.
ResponderEliminarPor cierto, este inicio de año me he encontrado la sorpresa de que parece haber competencia para Libranda: Publidisa, La Factoría de Ideas ha empezado a publicar su catálogo en digital utilizando esta empresa (sablazo incluído, ¡sigh!, sigue sin haber novedades en precios, salvo para subirlos, esa sí que es una de las novedades de estos últimos 3 meses).
Realmente no he investigado si Publidisa solo hace la digitalización o si además ofrece la plataforma de distribución/comercialización paralela a Libranda, pero sospecho que sí, porque no aparece para nada en el catálogo de Libranda, y tiendas que trabajan con el catálogo de Libranda, (además de Amazon), no tienen sus libros a la venta, de hecho solo los he visto en Cyberdark.
Publidisa es aun peor que libranda...
ResponderEliminar