lunes, octubre 18, 2010

Marginalia en los ebooks: continente y contenido

Hay quien le molesta que se anote en los márgenes de los libros. A mí también, si es de una biblioteca. Pero si es mío, todo lo contrario. Si un libro me está resultando productivo, en algún momento algo hace clic en la cabeza y del lapiz brota una idea, un brote nuevo que se injerta en el texto original. Ahí se queda, para una segunda lectura que muchas veces no se producirá, o en ocasiones lo cortamos con cuidado y lo transplantamos al germen de uno de nuestros propios textos.

Cuando la marginalia no es obra de un conocidísimo en su casa a la hora de comer, como vosotros o yo, sino que es de un autor conocido, puede llegar a cambiar la obra. El caso más conocido es el de Napoleón y El Príncipe, hasta el punto de que muchas de las ediciones actuales de la obra de Maquiavelo contienen las glosas del corso. En otras ocasiones se trata de felices palpamientos testiculares que duran generaciones, como el momento sublime que tuvo Fermat en un margen de su ejemplar de Arithmetica, de Diofanto.
Es imposible descomponer un cubo en dos cubos, un bicuadrado en dos bicuadrados, y en general, una potencia cualquiera, aparte del cuadrado, en dos potencias del mismo exponente. He encontrado una demostración realmente admirable, pero el margen del libro es muy pequeño para ponerla.
Imaginaos que al final no fuera sino la perfección final de los trabajos de Bower y Chorley. Personalmente, me desagradaría que el último teorema de Fermat se acabara demostrando, (Corregido horas después) me desagrada no sólo que el teorema de Fermat se haya demostrado, por los motivos citados ut supra, sino que mi empanada mental habitual me haya dejado en los tiempos previos a este señor tan feo que acabó demostrándolo:

Tampoco es tan extraño, porque una confusión con lo que vi con las viking me hizo creer hasta los 11 años que los marcianos existían, y me costó horrores convencerme de lo contrario. En cualquier caso, pero eso me llevaría esto me está llevando por terrenos diferentes a los que tenía en mente al empezar a parir el post, por lo que tendrá que quedar para mejor ocasión.

En cualquier caso, lo cierto es que los ebooks han traido una deliciosa contradicción a la marginalia, en la misma linea de ruptura de paradigma, choque cultural o choque de trenes metafórico ((c) Neal Stephenson) que representan ideas actualmente extendidas como la falta de olor y tacto de los ebooks: la marginalia en los ebooks es inferior a la de los pbooks. Por ejemplo, de El Sitio de ebooks:

Marginalia - How do you deal with it?

The thing that I just can't get around regarding superiority of real books to ebooks is marginalia - writing things out on the side, making comments at the end of a chapter and seeing this interspersed with the text.
It is true that the Amazon allows underlining and annotation. Underlining works well - it is apparent when you read the text and is fast and easy to do. Annotations... not so much. I've had all three Kindles but none of them do this quickly or easily (and w/the DX it is almost totally worthless - takes a lot for me to even touch the keyboard).
So what do you do? Or do you at all?
I've been thinking of getting a large moleskine and recording marginalia in it as I read.

Supongo que los usuarios de Kindle estaréis conmigo en que lo que dice el tipo es eso, su opinión y su gusto, pero ni remotamente una verdad absoluta. Si bien hay terreno para la mejora, la anotación es uno de los puntos fuertes del Kindle, una de sus ventajas sobre la competencia (por demérito ajeno más que mérito propio, me parece). Te mueves con el cursor y empiezas a escribir. Como quiera que una anotación nunca es demasiado extensa, porque de lo que se trata es de esbozar y amagar, la lentitud del teclado mecánico se compensa sobradamente con la ventaja que supone producir texto digital. Pero eso es sólo el principio.

Ay, si yo hubiera tenido un ereader en mis tiempos de estudiante. No sólo por poder leer en cualquier parte mis tronchos de fotocopias (los de cada asignatura, y luego las resmas de papers que me zampaba entre pan para tesina y tesis), sino por una ventaja aún más dramática: lo que se subraya (y ésa es una operación más rápida que a manopla, cuando se hace con un cursor) y lo que se anota, se integran tanto como datos auxiliares del ebook como en un archivo general de anotaciones. Basta con acceder a uno de esos dos archivos y... ¡ZASCA! De repente tienes todas las citas que necesitas de papers y capítulos, así como tus ideas absurdas, listas para montar tu propio paper inmortal. No hay que picarse a manopla cada cita y todo está listo para reorganizar y situar en tu propio flujo de ideas. No conozco ningún caso y de momento no lo necesito, pero me parece trivial conectar los metadatos de obra de la cita con una BBDD bibliográfica para ahorrarte aún más curro y que todas las citas aparezcan con su bonita referencia correcta, p.e. en BibTEX.

Si el caso de la marginalia de trabajo o estudio tiene muy poca discusión, o eso me parece, la marginalia pura, por placer, como destello o eructo mental tras leer un párrafo que pone a tu mente a trabajar, podría ser diferente. Y no soy irónico: la letra manuscrita es algo muy personal, y glosar tu ejemplar es un acto más personal cuando, tiempo después, vuelves a tus garabatos que aprovechan esos breves espacios hasta donde dan de sí.

O no. Vale, que son tuyos. Ahora, la pregunta es: ¿Vas a volver a ellos?

Si es por motivos de trabajo, no te queda otra. Entonces, volvemos a la ventaja de los archivos de anotaciones.

Si es desde la pureza lectora... me parece improbable. Cuando pases de página, tu anotación quedará en la oscuridad, sepultada por las páginas que has leido a continuación. Y a menos que la saques de ahí y la pongas en un cuaderno, servilleta o mantel de papel, tu memoria también la sepultará al seguir leyendo. Nuestros problemas de tiempo personal hacen más y más difícil que releamos un texto, habiendo tanto que hacer y tanto por leer, con lo que esa idea quedará como un destello sin continuidad.

Sin embargo, con un ebook no hay páginas que pasar. Es un único texto corrido. Y las limitaciones que les ponemos a las anotaciones son artificiales.

De hecho, algunas plataformas las almacenan, listas para consultarlas en cualquier momento. Si la idea merecía lo suficiente la pena como para no perderla, es razonable emplear los segundos que necesitas para picarla y que quede registrada. Un tiempo indeterminado después, un único clic sobre [tus comentarios a la obra] te enumerará todas las ideas que te fueron surgiendo conforme leías, y puede que te encuentres ante esos agradecidos momentos en los que una moneda de dos euros aparece en un bolsillo de la chaqueta o debajo de un sofá: algo de valor, olvidado, y con lo que de repente te encuentras, listo para sacarle partido.

En resumen, la e-marginalia o marginalia en los ebooks no huele, ni tiene tacto, ni tiene nada formalmente conectado a ti: es una fuente de ordenador. Pero es tu idea, mucho más viva, recuperable y reutilizable que la marginalia tradicional, que hacía del libro en muchas ocasiones un cementerio de pequeños animales domésticos.
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