Hace unos días traduje un post de jkontherun en el que James Kendrick sintetizaba las ventajas que obtiene por usar Tablet PC. En su momento comenté (1, 2, 3) las ventajas que obtengo usando Tablet PC en uno de mis roles principales (la docencia), como sustituto aventajado de Powerpoint y la Pizarra a la vez. Esta segunda entrega la voy a dedicar al trabajo de campo, otro de los ámbitos en los que disponer de un Tablet PC me ha aportado una mejora significativa en mi entorno de producción.
Antes de nada, puntualización: Tablet PC no tiene nada que ver con una "configuración milagro", ni es un elemento mágico que vuelve productivo al incapaz ni multiplica por 1000 la capacidad de trabajo. Es un entorno de trabajo que podríamos denominar como evolución revolucionaria, o también revolución evolutiva, un cambio significativo en la interfaz que no parte de cero pero que marca un antes y un después respecto a lo que puedes hacer con un PC. A este respecto, el gran problema que plantea es que se puede llegar a pensar que el lápiz viene a cambio del ratón y el teclado, cuando lo que ocurre es que los complementa.
Esto ha provocado dos reacciones que entiendo erróneas: por una parte, los usuarios que ven como un mal negocio la pérdida del ratón y el teclado. Esta percepción se agrava como consecuencia de la (escasa) publicidad que han recibido los Tablet PC y que se han centrado --supongo que por lo vistosos que resultan-- en los modelos slate, sin teclado incorporado. Esto significa, a su vez, que el teclado lo añades cuando lo necesitas (bluetooth, usb, en un dock...), pero el "daño" está hecho.
Por otra parte tenemos a los fanáticos de la tinta-e, aquellos early adopters que se han lanzado de cabeza al uso de la tinta-e como fin en sí mismo antes que como medio para mejorar la eficiencia o disminuir el cansancio en las tareas. Primero viene la adquisición del flamante (y caro) equipo, luego se piensa en qué puedo hacer con él, y se mira a un lado y a otro de la blogosfera para dar con el software que le saca ventajas a la tinta-e. Un buen ejemplo de esto sería esta demo de los usos que hace James Kendrick de su HP TC1100 (uno de los modelos pioneros y todavía una opción para ciertos usos) -- usa la tinta, primero, y después lo justifica. En el video podréis ver algunos usos clamorosamente subóptimos, tareas a las que aplica la tinta-e con calzador cuando podría emplear el teclado con más eficiencia (enviar un email, p.e.)
Ese es el punto crucial.
Después de la experiencia acumulada, de darme un número decente de tortas y desechar usos como el del email (simplemente, ¿pa qué?), el meollo de la cuestión está en usar la tinta-e si y solo si ofrece ventajas significativas para una tarea. Si no, es una cuestión sencilla: no sé vosotros, pero yo hace muchos años que escribo mucho más rápido con teclado que con lápiz.
Tras aclarar conceptos, que siempre viene bien, vamos al tema central: el trabajo de campo.
Trabajo de campo es un concepto con demasiados significados. Una definición operativa sería: las tareas relacionadas con la toma de datos que lleva a cabo un profesional fuera de la oficina. Yo soy sociólogo cualitativista (o antropólogo, según, que eso de las etiquetas pierde importancia más allá de las puertas de la universidad), de manera que mi trabajo de campo consiste en observar lo que ocurre en los espacios relevantes para cada proyecto, lo que hacen y dicen mis informantes y cómo lo dicen. Como no soy hijo de cristalero, no me quedo pasmado observando sino que participo en cierta medida en lo que ocurre, y así salto de la observación en los momentos más planos al intercambio breve, la conversación informal un poco más prolongada y, cuando se da el caso, la "conversación formal": la entrevista en profundidad o, si somos varios, el grupo de discusión.
En mi línea de trabajo la naturalidad es uno de los valores más importantes. Al contrario que en otras formas de hacer sociología, se trata de interactuar con los informantes en su espacio, en sus términos, en sus condiciones y de la forma menos artificial posible. Un valor contrario a la naturalidad es la intrusividad: aquellas acciones, actitudes u objetos que introduce el trabajador de campo y distorsionan temporal o definitivamente su equilibrio. Es fácil de entender si nos centramos en lo último, en los objetos: una cámara no siempre tiene sitio en el trabajo de campo, hay que valorar cuándo la sacamos y cómo lo hacemos (con que excusa), porque una foto por las buenas puede chocar mucho si el informante no sólo no se la espera, sino que le parece fuera de lugar.
Los tablet, por lo tanto, no tienen cabida en todos los momentos de la investigación. En primer lugar, y no es ninguna tontería, porque te los pueden mangar si los usas en una plaza o lugar público, especialmente en aquellas zonas menos recomendables de una población. En segundo lugar, porque son artefactos raros, que chocan, que llaman la atención y la rebotan sobre ti de forma indeseada. Cuando se trata de un espacio "natural" donde estamos observando y participamos como se pueda de lo que está ocurriendo, si necesitamos imperiosamente tomar notas lo suyo es el margen de un periódico o, mejor, memorizar y no tomar notas.
Sin embargo, cuando la situación es menos "natural", ya podemos empezar a calcular costes y beneficios. El tablet siempre va a ser un intruso, como lo es la cámara o la grabadora de audio, pero también aporta ventajas, y he encontrado que merecen la pena (y mucho!) cuando llevo a cabo entrevistas.
Las más de las veces, llevo a cabo las entrevistas en una mesa - un despacho, una sala de estar, una cafeteria, una biblioteca, un bar de decibelios controlados. Hasta ahora, llevaba una grabadora y unos folios para tomar notas. Ahora, si la situación no lo desaconseja -- porque el tablet le llame demasiado la atención al informante -- me coloco con el tablet como podéis ver en el croquis artístico.
Los modelos de tablet que manejo vienen con micrófono incorporado, que da una calidad satisfactoria para estas distancias. Sin embargo, lo que me ha permitido dar un salto decisivo para esta tarea es el uso de onenote. Si bien es un producto de toma de notas y gestión de documentación generalista (y que va a tener una mejora brutal en office 2007), tiene una funcionalidad que lo hace especialmente apto para entrevistas y reuniones: puede grabar voz y sincronizarla con las notas de tinta que estés tomando, de manera que, cuando acabas, si pulsas sobre una nota específica te reproduce el fragmento de conversación que tuvo lugar cuando escribiste esa nota específica (o un poco después, claro, porque todos escribimos con retraso respecto a como hablamos).
Imaginaos un bloc de notas, arma clásica del antropólogo, que se funde con una grabadora de forma sincronizada y, encima, el informante casi ni lo ve, de manera que es relativamente fácil que se olvide de él. Eso es tablet en trabajo de campo. De hecho, llegado el caso, el tablet puede traspasar la mesa y llegar al informante. Si se puede disponer (como es mi caso en algunas investigaciones) de material gráfico relevante para la investigación, se puede volcar en Onenote y que el informante señale con el lápiz lo que le parezca importante o relevante, que lo comente y que se grabe el audio mientras lo hace. Esto, claro está, si nuestro informante se acostumbra a la presencia del cacharro y lo naturaliza.
En resumen, volviendo al principio que he mencionado: tablet + tinta-e me permiten hacer tareas de formas que antes no podía, o llevar a cabo nuevas tareas para las que no se prestaba el ordenador. Y no veas cómo se nota el cambio.
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