Ante todo, disculpas por la tardanza en escribir. He tenido dos diluvios laborales, uno detrás de otro, y mi vida ha sido en estas dos últimas semanas adimensional. Hay mucho que contar en tinta-e, desde una forma de personalizar las portadas de los libros de una amiga de dubitador, pasando por las experiencias de EliuG y mías propias con un Kindle DX, y llegando a un Alex :).
Como tinta-e empezó con tablet PC, quería aprovechar un video que grabé el otro día con el móvil mientras volvía de hacer trabajo de campo. Volviendo al despacho, me topé con una inspectora usando un Tablet PC en la calle, y como la ocasión era tan infrecuente allá que te fui:
Ni guión ni historias, claro. Lo que podemos ver es el nicho vertical en el que los Tablet han acabado encajando: una labor para la que aportan un valor añadido evidente, una labor que se llevaría a cabo con peores resultados y más difícilmente sin ellos y para los que no hay alternativa.
Y una vez más me da mucha pena. Lo que véis se podía hacer ya en 2004, y si no fuera por la combinación de comunicación inexistente, precio desorbitado y ausencia de software específico que aproveche las ventajas del lápiz, los tablet PC se verían en muchas más manos que en las de algunos trabajadores de campo, médicos en hospitales muy específicos y casi para de contar. Incluso el precio, aún siendo importante, es menos decisivo que la ausencia de comunicación y de software que saque partido a los extras hardware y software de los tablet PC.
El otro día EliuG me estuvo comentando que en su empresa compraron un gran número de tablet PC para directivos. Pero con OneNote como único software que le saca partido a las funcionalidades de tablet, el resultado ha sido que los tablet se usan como portátiles estándar en la mayoría de las ocasiones. Ahí el precio importa poco, porque el directivo llevaría un portátil caro de todas maneras. Pero es una auténtica lástima, un desperdicio, que no se haya dado el progreso lógico de sacar partido a estos equipos en ambientes menos marginales que el trabajo de campo, en mesas de reuniones donde el tablet en modo slate podría haber aportado beneficios sustanciales: evitar la barrera de la pantalla erguida, la molestia del tecleo en las reuniones... y un jugo mucho mayor a lo que se produzca en las reuniones, gracias a que las notas son digitales desde el principio y no hay que hacer nada especial para reaprovecharlas.
Yo mismo uso cada vez menos el tablet en trabajo de campo. Y mira que es un nicho donde encaja, pero he encontrado una solución con cierto número de ventajas para el trabajo de campo etnográfico de la que os hablaré otro día: los smartpen. Parecerían un retroceso respecto a un tablet, pero ya veréis que no lo son.