domingo, marzo 14, 2010

¿Sufren tus lecturas el efecto de la sobrecarga de fuentes?

Leo en Nate's eBook news (un blog de un pedazo de bloguero que postea al menos 5 veces al día, eso es dedicación), un post sobre un tema que a todos nos ronda la cabeza, o eso creo: la sobrecarga de fuentes. Me ha encantado la cita que hace de un artículo homónimo del Guardian:

Two years ago, I had a very straightforward reading pattern. Every few days, I’d read a book. I would immerse myself in its characters and storylines, swim in its style, snatch every opportunity throughout the day to return to its enveloping world. Then I would finish it, and start another one.
Things were so simple then.
I wish I could blame it on the Christmas eReader, but my evolution into schizophrenic multimedia literature butterfly started long before it landed in my lap – via iPod and Audible, Twitter and Gutenberg, and brick-like new-writing magazines that take weeks to digest. My reading has taken on a strangely driven, guilty quality, as I try to justify the cost of all those subscriptions and all that hardware by consuming fiction in an unprecedentedly multiplicitous and simultaneous way. Secretly, I long to return to a world in which I had a loving, stable relationship with one paperback at a time.
El artículo del Guardian es así mismo recomendable, porque llega a un terreno incómodo: demasiadas opciones es peor que disponer de pocas opciones. Os recomiendo su lectura, y volviendo a las conclusiones de Nate The Great, donde nos dice que

To answer the question, my reading habits probably have changed, but I don’t see it as a problem. To be more specific, my discretionary reading has changed. But since in this instance I’m reading for enjoyment, not to accomplish a specific goal, I really don’t see the problem.
I’m looking at this from the historical perspective. The ways in which people enjoy themselves (and the ways in which they learn) change with technology. People adapt themselves to new ways of absorbing information. Is it good or bad? Well, that’s a matter of opinion.  Does it work? is really the only question that should be asked.
No sé vosotros, pero me parece que Nate cae en un tecnooptimismo también interesante: el cambio ha tenido lugar, pero se siente adaptado a él y mantiene un cierto "nivel de disfrute" al leer. La mención tan frecuente a cambios en las tecnologías de la información que han precedido al actual cada vez me parece más endeble, porque ninguno de ellos me resulta comparable a lo que estamos viviendo. Superando sus defectos (también, el optimismo), me parece mucho más apropiada la idea de la Singularidad de Kurzweil. para pensar en nuestro futuro, en una revolución sin precedentes que en una "revolución evolutiva", no sé si me explico.

Mientras llega ese futuro, lo cierto es que no puedo compartir ese optimismo de Nate. Leo muchas más palabras que en ningún momento de mi vida. Por ejemplo, a mediados de los 90 podría ver entre 2 y 4 horas de tele, entre programación y VHS. Esas horas hoy las dedico en su casi totalidad a leer. Mi trabajo, por su parte, me exige leer mucho más que antes. Y leyendo accedo a más ocio, o a más fuentes para mis hobbies, que en ningún momento, gracias a la Internet madura.

Leyendo. En el sentido literal del término. Frase tras frase, párrafo tras párrafo.

Pero no ocurre lo mismo con los textos largos. Precisamente, una de las ventajas que encuentro de los eReader es que su falta de velocidad de reflejo impide saltar instantáneamente a otros contenidos, y facilita junto con la falta de retroiluminación la lectura de textos largos.

Ahora, un mes bueno podría ser el que leo tres libros, cuatro todo lo más. No sólo puedo dedicar menos tiempo a la lectura sosegada y concentrada en un texto, es que incluso el tiempo disponible ha sido invadido por la lectura fragmentaria.

No es ninguna novedad lo que digo, claro. Es sólo mi propia experiencia. ¿Cómo estáis viviendo este "leer mucho y corto"?

8 comentarios:

  1. Pues si, el tiempo no es elastico. La atencion que las lecturas breves y profusas reclamen lo haran a costa de las lecturas de largo aliento. Ello puede acarrear el efecto de que los textos largos adolezcan de integracion y se resuelvan en acumulacion de textos cortos cada vez peor ligados.

    La ausencia de paginas fisicas en el e-lector hace imperativo el desarrollo de rutinas de marcado e indexacion, pero las eventuales consultas sobre la marcha se verian beneficiadas si se cuenta para tal efecto con otra pantalla. La sensacion o apariencia de fijeza del texto, sin intromision de eventuales ventanas flotantes, puede contribuir a darle seriedad, reposo y percepcion del mismo como un todo.

    Me da la impresion de que las quejas relativas al ritmo acelerado y sincopado como amenaza de la agudeza y profundidad del pensamiento han existido desde siempre, pero no consta que haya manera de comprobar si la profetizada calamidad se cumplió.

    Sabemos que antes de la aparicion de la imprenta la memorizacion y cita instantanea de parrafos y aun paginas completas de textos era una habilidad muy apreciada y ejercitada. Asi por ejemplo, cuanto menos en la cultura anglosajona, era practica corriente la salpimentacion de la charla y la oratoria con citas literales de versos y versiculos, en particular de la Biblia, en aplicacion del principio de autoridad: lo dijo fulanito, asi que si lo rechazas o contradices no es a mi a quien retrucas.

    Con todo, no tengo aun claro si realmente se terminará imponiendo el e-lector como cacharro especializado, ya que incluso con el libro de papel las ocasiones de distraccion, tanto endogenas como exogenas, siempre está ahí, de modo que -como siempre- es/será la propia fuerza del texto lo que en cada ocasion decidirá.

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  2. El 90% de lo que leo es fragmentado y no ocioso. Tan sólo en algunos momentos puedo leer alguno de mis amados libros. Hubo una época en la que podía leer 50-60 novelas al año. Ahora quizá llegue a 10.

    Una cosa que espero que cambie con MIDs o eBooks...

    El Otro

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  3. A mi las limitaciones nunca me parecen una ventaja.

    Yo leo más textos largos que antes porque ahora tengo una biblioteca casi infinita al alcance de un par de clics.

    No paso mucho tiempo leyendo textos cortos porque es muy difícil encontrar cosas interesantes entre tanta basura y enseguida se me acaban. Me gustaría tener más que leer.

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  4. Antes de la sobrecarga de Internet, (pongamos, a finales de los 90), los textos académicos eran cada vez suma de textos cortos, papers o asimilados, sin concierto alguno. En la academia,la tendencia viene de antes, y ya antes me disgustaba. Y eso que luego la academia (española) hace todavía muchos ascos elitoides de Internet, no sólo de la Internet para la purria o no académicos sino también incluso de las publicaciones Open Access.

    Con todo, casi pondría el cambio de siglo o poco más como el posible inicio de mis cambios en el hábito de lectura. Hay obras de todo tipo que me siguen enganchando, pero tienen que competir como nunca por la atención. Cuando veía TV no había competición posible, era mezclar peras con manzanas y ganaba el libro de calle. Pero ahora, incluso con las obras que más he disfrutado, ya no es el caso. Sinceramente, no sólo es mi escaso tiempo libre el que me impide leer más de 100 páginas de un tirón salvo rarísimas excepciones.

    Lo de las dos pantallas me llama mucho la atención. ¿De verdad no crees que una va a competir y hasta entorpecer a la otra? Lo veremos con el Alex, desde luego.

    Otro, ¿por qué los ereaders o los MIDs van a cambiar tu actual "destino"?

    Alfredo, te envidio :)

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  5. Juan: Los eReaders o los MIDs cambiarán mi destino porque tendré todos los contenidos al alcance de la mano cuando tenga un segundo libre: metro, autobus, baño o antes de dormir. Puedo cambiar de 'libro' cuando quiera, puedo leer noticias por internet, contenidos sólo digitales y, si me decido por 10" (si es que sale algo decente) tener las partituras de violín accesibles, no sólo en papel.

    El Otro

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. Aprovechando el comentario de El Otro respecto a sus partituras de violin en la e-pantalla, me pregunto si, gracias a la interactividad y programabilidad de las e-partituras, ello podria acarrear cambios en la interpretacion musical, como seria el caso si, por ejemplo, cuando le toca al violin entrar en harina se iluminase de un modo particular y aparecieran elementos de realce que guiarian la ejecucion de una determinada forma de interpretar diseñada por el director al punto de que quizas resultase casi innecesaria su presencia y gesticulacion directriz.

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  8. Creo que la cuestión importante es cómo afecta esto a los niños. Nosotros hemos nacido en la sociedad del libro y del UHF sin mando a distancia, y ahora nos estamos asomando a otro mundo que está cambiando nuestros hábitos. Pero crecer en este mundo es algo muy distinto.

    Los informativos son cada vez más una serie de titulares repetidos; leí que la BBC está acortando sus programas (documentales, reportajes, etc.) porque las nuevas generaciones no son capaces de aguantar más de unos minutos el mismo tema; y los mismos libros de texto son hoy día flashes de información en parrafitos, cuadros, etc.

    El efecto sobre la capacidad de concentración de los niños de hoy es demoledor. Soy pesimista en este sentido porque soy profesor y lo veo a diario, y no es que los niños sean más tontos, que no lo son. La gran pregunta es si la escuela debe cambiar para adaptarse a ellos o intentar que ellos cambien para adaptarse a una forma de asimilar información tradicional que les es extraña: mediante la concentración mantenida en un texto, en una exposición, etc.

    Por eso creo que nuestro papel, el de nuestra generación, como el de todo aquel que vive a caballo entre dos mundos, es fundamental para valorar lo que está pasando.

    Estoy cada vez más como mi madre, que siempre dice: si no me da pena por mí, yo ya he vivido... me da pena por vosotros.

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