jueves, febrero 11, 2010

Lo que leo estos días

Conversaciones con un verdugo, de Kazimierz Moczarski. Con el poquísimo tiempo que tengo, estoy yendo a paso de tortuga. Además, es un texto lento. Nada farragoso, plano como una buena crónica periodística de las de antes, sin fintas ni florituras que enturbien la traducción de la memoria acumulada en historia escrita.

Es una obra tranquila que me atrapó desde las primeras páginas. Al autor lo encarcelan los comunistas polacos después de la guerra por haber pertenecido al democrático ejército nacional o Armia Krajowa. Colmo de la ironía, le encierran junto a Stroop, teniente general de las SS y terrible enemigo en la guerra.

Su forma de mantenerse firme es tomar la cárcel como una oportunidad única para conocer a la persona detrás del nombre tristemente famoso. Ejercita la memoria  y la acaba volcando años después, en uno de esos tremendos y meritorios ejercicios de excavación en sesera propia que me siento incapaz de llevar a cabo. Y no cuento más...

La portada es exactamente la de mi edición: papel, tapa blanda. Precio "aceptable" para lo que hoy se estila, incluso tirando hacia abajo. Si lo hubiera tenido disponible en ebook, un precio comparable al del papel me habría echado hacia atrás porque sentiría que me toman el pelo. Si el precio hubiera sido aceptable y hubieran dejado un capítulo de prueba, habría comprado la versión digital sin dudar.

Pero no la hay, y de momento las versiones e- de obras así no van a ser baratas. Ya las primeras voces mediáticas claman contra "la piratería de los libros", sin caer en la cuenta (además del empleo sistemático y goebbeliano de la mentira de emplear "piratería" y "descarga ilegal" en referencia al P2P), que la persona que quería comprar música en formato digital poseía un abanico extensísimo de productos, nada parecido a lo que ocurre con los ebooks en español.

En estas circunstancias, el P2P de ebooks no va a dejar de aumentar, sobre todo conforme crece el parque de ereaders, de aparatos físicos, y no crece proporcionalmente la oferta. La gente no se compra un ereader para leer a Pérez Galdós, y el propio gasto en el ereader es un estímulo importante para animarte a llenarlo.

Además, estos días de lectura he sentido una y otra vez la urgencia de marcar y anotar. No es un libro que se preste a la marca, pero, además, pienso en los que lo leerán después que yo. Por más que el libro no pare de inspirarme ideas, ni el tiempo disponible ni el formato papel incentivan que tome notas, y ni mucho menos que esas notas se compartan para que le valgan a alguien de algo.

El ereader es mucho más que lectura cómoda en un aparato que casi no pesa. Amazon ha aprendido esa lección y la del precio. ¿Cuánto tardará su competencia en sacar las mismas conclusiones?

Nula die sine linea pese al cansancio acumulado
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