domingo, febrero 07, 2010

El trabajo con textos electrónicos

Hace unos días volvía a comentar acerca de uno de los temas que más me importan de los ebooks y el texto electrónico en general: el marcado y anotado de textos.

El viernes me reuní con Rafael Ibáñez para dialogar acerca de un proyecto suyo centrado en estas funciones. Además de lo que se disfruta cuando encima de la mesa hay una buena cantidad de ideas ebullendo, hay un tema que lanzó Rafael y que se relaciona especialmente con el tema de este post: cuando cuajen los sistemas de anotado y marcado en textos electrónicos, la manera en la que estudiamos no volverá a ser la misma.

Pensadlo: hasta ahora se estudia como hace... tiempo. Subrayando, si el texto se presta (si es nuestro o si es fotocopia), y si nos gusta trabajar así), y con fichas, un cuaderno o lo que fuera al lado para anotar. Tanto con lo que sacábamos de las clases (esas bonitas clases magistrales en la universidad en las que algunos profesores seguían dictando apuntes, por el amor de D*s), terminábamos reuniendo unos contenidos estructurados que usábamos para terminar de memorizar de cara al examen. Terminar, digo, porque el subrayado y anotado era parte del proceso de memorización, llamado "estudio" por hacerlo más aceptable.

Habréis visto que no he sido muy positivo con el método de estudio que nos formó. En los años que he sido docente universitario, me he resistido exitosamente al examen. Principalmente porque es una aberración napoleónica completamente improductiva a la larga: ¿De qué sirve un esfuerzo bestial que prima la memoria a corto plazo? Se supone que acumulamos un poso indeterminado, una "base" de conocimientos que aplicar posteriormente. No soy el primero en señalar la contradicción bestial entre el cortoplacismo de los apuntes y el examen y el objetivo de una "base de conocimientos".

El examen se puede suprimir. Yo no hice un sólo examen en todos los años de docencia. Esto no implica necesariamente acabar con el método de estudio fuera del aula basado en la lectura, subrayado y anotado. Significaría, eso sí, cambiar su objetivo final: estructurar los conocimientos de la asignatura y aprehenderlos como base para el trabajo en el aula y para los papers de la asignatura. El cambio tiene un potencial revolucionario: sustituir el cortoplazismo del examen y su fecha de caducidad por el largo plazo, por una base de conocimiento real... y reutilizable acabada la asignatura y aún la carrera.

¿Utópico? Puede. Pero la situación actual dista mucho de ser aceptable.

El marcado y anotado es también parte del problema. Durante mis años de estudiante, principios y mediados de los 90, no podía ser un problema sino una circunstancia, porque era lo que había: era inevitable trabajar en analógico, con papel, portaminas y rotulador de subrayar. Cada vez que finalizaba un curso, los apuntes acababan en un archivador que raramente se volvía a abrir. Nos quedaba, eso sí, ese poso indeterminado representado en un título universitario que, a decir de la OCDE es de los que menos relación guarda con el puesto profesional finalmente desempeñado.

Hace 20 años no había capacidades de los ordenadores ni infraestructuras para plantear en serio otra posibilidad. El resultado de nuestro estudio tenía que ser analógico en todo momento, data pits que entierran en vez de almacenar los datos porque no tenemos otra posibilidad.

Estamos en 2010, no en 1990. Algo que me impresiona de verdad, echando la vista atrás. Ahora ya disponemos de la base tecnológica madura para construir una alternativa al marcado y anotado con lápiz, al trabajo analógico con los textos por un trabajo del texto digital con resultados igualmente digitales, con capas de metadatos encima del texto digital original. Ahora podemos leer en pantallas que no destrozan la vista, y construir un sistema viable de marcado y anotado digital no es rocket science, que dirían los americanos.

Un sistema así evitaría el data pit analógico. Como consecuencia, podríamos patrimonializar el conocimiento que fuéramos generando al estudiar. Pensadlo: en un futuro indeterminado, tiempo después de cursar la asignatura o la carrera entera, podríamos recuperar en un instante el conocimiento que hubiéramos sintetizado a partir de lo tratado en clase y estudiado en casa. Claro que eso sería un espejo ante el que no todas las asignaturas o las formas de impartirlas se sentirían cómodas, pero eso es otro cantar. Además del difuso poso que hemos acumulado los estudiantes durante generaciones, se contaría con un resultado objetivo e, insisto reutilizable

Fijaos que no he tocado las consecuencias sociales, de comunidad, de un esquema así. Eso lo dejo para otro post... y para vuestros comentarios.

2 comentarios:

  1. Lo que todavía no tenemos son los textos digitales. Uno de los pocos que está haciendo algo es el Chuache, pero aun falta un montón.

    Yo creo que en el caso de las universidades públicas los temarios completos deberían de estar disponibles para todo el mundo desde antes de que empezasen los cursos.

    A mi lo de marcar y anotar casi no me llegaría ni para empezar. Yo querría tener algo tan potente como el Word.

    Si los temas viniesen bien formateados ya no haría falta subrayar. Sobre todo si no hay exámenes memorísticos.

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  2. Realmente, el hecho de que las anotaciones, resaltados, etc. de los textos sean indexables, buscables, reutilizables o compartibles puede modificar la forma en que se estudia. Sin embargo, creo que eso no implica una revolución en las formas de enseñanza. No creo que vaya a acabar con los exámenes ni con la educación memorística. Eso sí: mejorará la forma en que memorizamos textos, y convertirá la lectura en algo más activo.

    Otra cuestión es que en la escuela se empiecen a usar esas herramientas. Creo que sería una forma muy motivadora de enseñar a leer y a estudiar bien.

    Estoy de acuerdo con Alfredo en que lo de marcar y anotar es lo mínimo. De ahí en adelante.

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