
Leo en Teleread una noticia que habrá espantado a más de un editor, como titulo el post. Inevitablemente, le ha acabado por ocurrir lo mismo que a otros formatos previos. Según comentan en mobileread, un cracker ha dado con la forma de saltarse el esquema DRM (Adept) que adobe emplea para los archivos ePub que desea proteger.
Que internet tenga la escala que tiene provoca que las acciones de pequeñas comunidades tengan con frecuencia consecuencias decisivas. Entre ellas, que grupos de crackers deslocalizados acaben por dar con la solución a cualquier problema de superación de las barreras que los fabricantes definen para evitar los usos no autorizados.
La mejor barrera disponible es cerrar el hardware. Si no se dispone de formas de interactuar con el hardware más allá de las definidas por el fabricante, se dificulta decisivamente al cracker que dé el salto. Esto no supone una protección absoluta y definitiva: basta con que un programa que corra en ese equipo tenga un fallo que permita un buffer overflow para que se pueda ejecutar nuevo código y adiós protección. Es lo que ha pasado, por ejemplo, con la wii y un error aparentemente minúsculo (el nombre que le puedes poner al caballo de un personaje, si es demasiado largo salta el error y se puede ejecutar código). El ejemplo es particularmente sugestivo por la similitud con "por una herradura, cayó el caballo. Con él, cayó el rey..."
Por lo tanto, no hay garantías de que, en el futuro, incluso el sistema tan cerrado del kindle no acabe por recibir un jailbreak como hace no mucho le pasó al iPhone. En esas circunstancias, los editores a los que los fabricantes de lectores de ebooks y los gestores de plataformas de distribución de ebooks les están ofreciendo soluciones para dar el promisorio pero preoocupante salto del p-book al ebook se aterrorizarán, y con razón, con cada noticia de cracking. Quizás la solución parta de la honestidad, de asumir y comunicar que no hay protección perfecta y que el modelo de negocio debe cambiar para minimizar el impacto de la piratería - si mantienes los precios abusivos que llegaron a alcanzar los CDs y los consumidores disponen de la alternativa gratuita, adivina qué va a pasar; si tus precios se moderan hasta reducir el atractivo de la copia gratuita, las circunstancias serán diferentes.
No acabo de tener clara mi postura respecto al DRM. Por una parte, puedo entender la posición de autores y editores de querer proteger sus intereses y evitar que les ocurra lo que les pasó a las grandes productoras de música. Por otra, si la única forma de proteger los contenidos es crear una plataforma como la de amazon, cuello de botella perfecto con evidentes peligros para el futuro de la cultura y la academia, no puede dejarme satisfecho. Sin que esto sea una conclusión definitiva por mi parte, diría que la mejor solución disponible es explotar el modelo de compra impulsiva por medio de precios realmente asequibles (si el libro que te interesa cuesta, digamos, entre 3 y 6 euros y sabes que una buena parte se lo va a llevar el autor, resultará más difícil resistirse a pulsar el botón de descarga), y perfeccionar sistemas de DRM social: si se marca el libro comprado con el nombre del comprador, por ejemplo, le resultará más difícil que "sus libros" circulen por la internet oscura.

Que internet tenga la escala que tiene provoca que las acciones de pequeñas comunidades tengan con frecuencia consecuencias decisivas. Entre ellas, que grupos de crackers deslocalizados acaben por dar con la solución a cualquier problema de superación de las barreras que los fabricantes definen para evitar los usos no autorizados.
La mejor barrera disponible es cerrar el hardware. Si no se dispone de formas de interactuar con el hardware más allá de las definidas por el fabricante, se dificulta decisivamente al cracker que dé el salto. Esto no supone una protección absoluta y definitiva: basta con que un programa que corra en ese equipo tenga un fallo que permita un buffer overflow para que se pueda ejecutar nuevo código y adiós protección. Es lo que ha pasado, por ejemplo, con la wii y un error aparentemente minúsculo (el nombre que le puedes poner al caballo de un personaje, si es demasiado largo salta el error y se puede ejecutar código). El ejemplo es particularmente sugestivo por la similitud con "por una herradura, cayó el caballo. Con él, cayó el rey..."
Por lo tanto, no hay garantías de que, en el futuro, incluso el sistema tan cerrado del kindle no acabe por recibir un jailbreak como hace no mucho le pasó al iPhone. En esas circunstancias, los editores a los que los fabricantes de lectores de ebooks y los gestores de plataformas de distribución de ebooks les están ofreciendo soluciones para dar el promisorio pero preoocupante salto del p-book al ebook se aterrorizarán, y con razón, con cada noticia de cracking. Quizás la solución parta de la honestidad, de asumir y comunicar que no hay protección perfecta y que el modelo de negocio debe cambiar para minimizar el impacto de la piratería - si mantienes los precios abusivos que llegaron a alcanzar los CDs y los consumidores disponen de la alternativa gratuita, adivina qué va a pasar; si tus precios se moderan hasta reducir el atractivo de la copia gratuita, las circunstancias serán diferentes.
No acabo de tener clara mi postura respecto al DRM. Por una parte, puedo entender la posición de autores y editores de querer proteger sus intereses y evitar que les ocurra lo que les pasó a las grandes productoras de música. Por otra, si la única forma de proteger los contenidos es crear una plataforma como la de amazon, cuello de botella perfecto con evidentes peligros para el futuro de la cultura y la academia, no puede dejarme satisfecho. Sin que esto sea una conclusión definitiva por mi parte, diría que la mejor solución disponible es explotar el modelo de compra impulsiva por medio de precios realmente asequibles (si el libro que te interesa cuesta, digamos, entre 3 y 6 euros y sabes que una buena parte se lo va a llevar el autor, resultará más difícil resistirse a pulsar el botón de descarga), y perfeccionar sistemas de DRM social: si se marca el libro comprado con el nombre del comprador, por ejemplo, le resultará más difícil que "sus libros" circulen por la internet oscura.
