Aparentemente no. Según nos cuentan Nate el Jrande y en Liliputing, PocketBook van a sacar el primer ereader basado en mirasol en el CES de 2011.
En teoría esto es bueno. Estaríamos hablando del primer Señor Tablet, con las ventajas de una pantalla no retroiluminada (con la comodidad para la lectura que implica) y el dinamismo de un LCD. Bueno, todavía no cabe cantar victoria respecto a esto último, porque parece que la primera generación de pantallas mirasol va a tener un refresco de 12 frames por segundo, algo menos la mitad de lo que necesita una pantalla para permitir la reproducción de video (30 fps). Aún sin video, le daría muchísimas posibilidades para la interacción, en tanto que no habría que esperar algo menos de un segundo para que se refrescara la pantalla.
El problema lo tengo con pocketbook. Y ojo, no tengo nada en contra de esta empresa rusa, muy al contrario: simpatizo completamente con el pequeño que se atreve a hacer cosas grandes, sobre todo cuando esas cosas se pueden tocar.
No, el problema es que, hasta que se diga lo contrario, el único que ha apostado por una tecnología de pantalla revolucionaria es un pequeño. Y eso que no es el caso de Pixel-Qi (la empresa sin fábrica o fabless), sino que detrás de la pantalla Mirasol está una empresa del tamaño y músculo de Qualcomm. Vemos, pues, como de momento se repite la historia de mi añorada Pixel-Qi: un producto rupturista sólo es adoptada por quien no tiene nada que perder, los indios de Notion Ink. Y puestos a comparar, pocketbook son pequeños pero serios y llevan años entregando productos reales, mientras que Notion Ink llevan más de un año prometiendo.
De momento, parece que la historia se repite. Parece que los fabricantes sólo apuestan por lo consolidado, bonita pescadilla que muerde la cola (con perdón) al que no sale en la foto. E-ink, sin ir más lejos, ha tardado más de dos años en que algún fabricante de primera línea adopte sus pantallas, y de hecho fuera de Amazon su mayor éxito han sido dos fabricantes de marca blanca (Netronix y Jinke, conocidísimas en sus casas a la hora de comer) que se han liado a montar ereaders para que decenas de empresas le estamparan sus marcas, desde Cybook a El Corte Inglés.
Mirasol tiene detrás a Qualcomm para aguantar el tirón de años. A la vista de las etapas que hemos ido viendo, me temo que lo mejor que le puede pasar a Pixel-Qi es que lo compre alguna empresa grande y tarde algo menos de dos años en que esa empresa o un tercero igualmente grande empiece a montar las pantallas 3 Qi. En el interín, lo mismo le acaban poniendo un nombre tan asombrosamente chorra y engañoso como retinal display, tipo Living Paper o Gutenberg's Orgasm.
El tiempo que pasan las grandes empresas en adoptar tecnologías distintas a lo ya consolidado puede deberse a la lentitud de sus movimientos. Un Supersaurio podía tardar 30 años en alcanzar su tamaño adulto comiendo y comiendo día y noche, pero luego podía vivir más de un siglo. Lo sé, claro está, por la de veces que me he visto Walking between Dinosaurs, algo que prefiero que vean mis hijos en lugar de las princesas disney. Bueno, no, miento: la paleontología es una vieja afición, pero no puedo permitirme el lujo de que mis múltiples hobbies e intereses terminen contaminando a tinta-e más de mí mismo de lo que ya hago.
Lo dicho, una gran empresa va a tardar mucho tiempo en completar el ciclo de desarrollo de una nueva linea de productos. Siguiendo el mítico hombre-mes, meterle más profesionales y horas de los mismos no va a bajar el tiempo de desarrollo sino al contrario. Pero diría que no es sólo eso.
Soy de los que piensa que el crecimiento de una empresa tecnológica comporta de manera inevitable un incremento de su conservadurismo estratégico, de lo que Apple es sólo una excepción aparente (o marketiniana, como prefiráis). Llega un momento en el que el conservadurismo es tal que la empresa, o se reinventa, o el frenesí tecnológico la deja atrás. Simplifico, claro, pero casi le pasa a IBM, casi le pasa a Microsoft y no creo que Google se escape a ese destino, como podemos ver en ciertos botches recientes.
Las nuevas y potencialmente maravillosas tecnologías de pantalla sufren el conservadurismo de los grandes. Como ejemplo cuestionable citaré la evolución de los salpicaderos de los coches: pese a que la tecnología permitía sobradamente los salpicaderos digitales a finales de los 80, sólo se han generalizado en este siglo y, mientras, generaciones de coches han seguido con sus velocímetros analógicos. Recuerdo esas charlas de comedor en mi excurro donde un individuo cuya valía personal y profesional era inversamente proporcional a la percepción que tenía de las mismas sostenía que el velocímetro analógico era más eficaz para el conductor. Como tantos otros, encajando con éxito la realidad a sus prejuicios, a martillazo limpio.
He calificado mi ejemplo como cuestionable, y con todo el sentido. No hablo de la misma lógica, ni de evoluciones comparables, ni por supuesto del mismo sector. Ante todo, es una impresión subjetiva. Me acuerdo de cuando los Renault 21 de principios de los 90 empezaron a llevar cuentakilómetros digitales: pensé que tardaríamos poco en que todos los coches vinieran así. De la misma manera, las pantallas 3Qi, Mirasol o Liquavista parecen tan obviamente superiores que tendrían que llegar rápidamente al mercado y montarse en dispositivos objetivamente útiles, innovadores y que respondan a necesidades reales.
Si me dejo deslizar a la conspiranoia, concluiría en que Señores Tabletos con esa tecnología serían una amenaza para productos existentes de grandes compañías como lo fueron los netbook cuando se les escaparon de las manos a los fabricantes, quienes se quedaron claramente con la copla de "no permitas que un producto nuevo amenace a tus productos consolidados". Pero vamos, esto ya sí que es elaboración sin pruebas por mi parte, lista para cortarla en rodajas finas con la navaja de Ockham.
Por todo lo dicho, recomiendo no contener la respiración mientras llegan los supertabletos.
Y yo sigo sin mi máquina de escribir digital
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