jueves, noviembre 04, 2010

Abierta la temporada de caza del usuario de ereaders

No puedo sino calificar de sorprendente (y me quedo corto) el texto de este "artículo" de El País: La piratería da alas al libro 'Pirata'. Ni siquiera me molesto en referirme a él como reportaje: un reportaje es un contenido de prensa con una elaboración más profunda y exacta que lo que ya de por sí debería ser un artículo del diario. Claro que la propia inclusión del término pirata me recuerda, por si me hacía falta, por qué dejé de leer el País hace 2 años, después de 22 años de lectura ininterrumpida y años de suscripción: yo era su lector, teóricamente su cliente, y me acabó resultando insoportable que eso me convirtiera en blanco de dos campañas de desinformación: una sencillamente criminal, la mentira continuada y obscena sobre la burbuja inmobiliaria, negándola incluso en 2008, y otra la mentira repetida ad nauseam sobre las descargas ilegales.

Con todo, lo que sí que merece el artículo es que se le glose, que se inviertan unos minutos en él para desmontar la desinformación que vuelcan sin ningún recato.

Empecemos por el final: el artículo reconoce que Libranda, la principal plataforma de ebooks en español (B2B, cosa que no indican en el profundísimo reportaje) no va a llegar siquiera a los magros 8.000 títulos que preveían para navidad. Ojo, no digo que esto sea culpa suya más que por error grueso de planificación. Pero la cuestión es que, a día de hoy, no hay oferta comercial de ebooks a la altura de las expectativas de los ciudadanos y del parque de ereaders ya en funcionamiento.

Un CD de música se puede ripear en MP3 y poner en las redes de pares. Otro tanto se puede hacer con un DVD. Pero sin oferta digital ni remotamente equivalente en ebooks, se me escapa como el ripeo de los ebooks se transforma en un problema de magnitudes colosales. Tiremos de hemeroteca para ver a qué se refieren:

Por la mañana, tras un encuentro "fructífero" que reunió en el Ministerio de Cultura a la ministra, Ángeles González-Sinde, con los presidentes de los gremios de editores de todas las lenguas oficiales del Estado, Ávila hizo un anuncio que demuestra que la revolución digital ha llegado a España por la puerta de atrás: la industria editorial española dejó de ingresar el año pasado 150 millones euros a causa de la piratería digital de libros. Las pérdidas provocadas por la fotocopia ilegal, entre tanto, se movieron en torno a los 100 millones.
A la espera de conocer la metodología del estudio y poder contrastarlo, y partiendo de unas lógicas reservas a la hora de aceptar la medición de dichas pérdidas, nos encontramos con que la solución para el problema que plantea el ebook y el ereader es... criminalizarlo. Criminalizarlo no sólo a él, sino a sus usuarios. A los lectores. En cualquier caso, lo que podemos descartar es toda ecuanimidad del estudio, porque uno no puede ser juez y parte:
Los editores emplazaron a la ministra a tener una nueva reunión cuando se conocieran las cifras definitivas de "piratería" del primer semestre, en el segundo informe del Observatorio de Piratería, realizado por la consultora IDC, que tiene carácter semestral. El estudio ha sido encargado por la Coalición de Creadores de Contenidos,
Pero sigamos con el artículo, ahora por su inicio

Primero fue la música, luego las películas y ahora el libro. El mundo editorial está alarmado. La "piratería" del mercado de libros digitales se ha disparado debido a la aparición de dispositivos como los lectores de libros electrónicos (conocidos como e-reader) y, sobre todo, por las tabletas como el iPad de Apple. Las cifras preliminares apuntan a que, en los seis primeros meses del año, las descargas no autorizadas de libros digitales se han duplicado respecto al último semestre del año anterior y ha pasado de representar el 19% del total del mercado a más del 35%, según informaron en fuentes del sector editorial.

Habíamos dicho que no hay ebooks que ripear en número suficiente. Lo que sí que hay, y se reconoce explícitamente en el texto, es aparatos para leerlos. No me acabo de decir acerca de si meter al iPad es pura imbecilidad o es desinformación revenida para apartar la atención de la verdadera cuestión: los ereaders se venden ya en los supermercados, y si eso no es una prueba de que la curva de adopción progresa con alegría, no sé qué puede ser una prueba de ello.

Como vengo diciendo últimamente, el ereader se vende y los que tenían que ofrecer contenidos para ellos no están respondiendo a la demanda. Pero es más: la descarga de ebooks es tan antigua como las redes de pares.

No hablemos de los espacios dedicados al ebook de dominio público, muy anteriores a la WWW (Proyecto gutenberg, 1971). No, hablo de ebooks en PDF y colecciones inmensas de libros en archivos comprimidos, tanto generalistas como especializadas. ¿Cómo podía ser esto?

Pues por diversas razones: por una parte, en las editoriales ha habido desde hace muchos años insiders que han soltado archivos en las redes de pares. No es difícil encontrar PDF con marcas de corte para la imprenta. Por otra parte, los voluntarios (término exacto, dado que actúan por amor al arte, sin ningún tipo de remuneración a cambio), han escaneado libros, produciendo PDF a base de las imágenes directas del libro; se han tomado la molestia de pasarles OCR y que sean textos digitales de tamaño mucho más reducido, e incluso los han corregido o tecleado a mano, como se hacía en sus orígenes con el proyecto Gutenberg.

Esto no ha sido un problema para los periódicos... hasta hace meses. Parecería, por lo tanto, que el problema es el aparato, no el archivo digital obtenido sin permiso.

Algo no me acaba de cuadrar. Con todo, tras la herida ya se dispone del parche:
El director ejecutivo de la FGEE, Antonio María Ávila, que reconoce que la venta de dispositivos de lectura ha "disparado" la piratería, tiene puestas buena parte de sus esperanzas en la ley antidescargas, la llamada ley Sinde. "No arreglará el problema de un plumazo, pero nos pone en el buen camino, el de países como Irlanda, Reino Unido y Francia, mucho más duros. Además, transmite a los usuarios y a las operadoras que España tiene un problema. El propio presidente del Gobierno reconoció cuando nos reunimos con él que en muchos foros internacionales pasa vergüenza cuando surge el tema porque todos le acusan", añade Ávila.
Como ahora los ebooks no autorizados producidos a partir de pbooks por voluntarios son un problema, la "ley antidescargas" (¿no era una disposición de la LES?) nos "pone en el buen camino". O sea, cerrando webs con enlaces a descargas, el problema descenderá. Mientras, la oferta de ebooks a la venta sigue un crecimiento anémico, acompañados por precios impopulares en el más puro sentido de la palabra.

A mí me revienta, para qué decir lo contrario. No me hago amigos, precisamente, al afirmar una y otra vez que se debería buscar un equilibrio entre el lector, el autor y el editor de ebooks. Por una parte, tenemos el "gratis total", cuyo impacto indudablemente va a ser negativo. No es que los autores lo tengan fácil para ganarse la vida con los estupendos porcentajes que se lleva el autor - y, oiga, los únicos personajes absolutamente imprescindibles para el libro son el autor y el lector - pero si se extiende el gratis total la situación sólo puede ir a peor para él y para el editor que aporta valor añadido al texto y su distribución.

Por otra parte, tenemos a grupos mediáticos como punta de lanza de grandes empresas de la industria del libro que, por tener, hasta tienen de su parte a un gobierno elegido democráticamente. La respuesta a un cambio revolucionario (que no está forzado a ser un problema) es pisar el freno al crecimiento del ebook mientras se criminaliza la población. Porque, en ausencia de una oferta de ebooks comercial satisfactoria, quien use un ereader, o lee textos de dominio público, copyleft o los suyos propios, o lee los contenidos de las redes de pares.

Ahora hablo en mi nombre sólo: cada vez tengo menos motivos para ser optimista. Sigo creyendo en el inmenso potencial del ebook como instrumento de liberación de las sociedades, la promesa definitiva de que, todo el que quiera, pueda acceder a nuestro inmenso tesoro cultural que nos han legado los que nos precedieron y que seguimos haciendo crecer. Pero en vez de esa utopía posible vamos hacia una distopía rechazable: los intereses generales se dejan a un lado en pro de la defensa de unos intereses particulares y, lo que es peor, se hace desde la visión miope del ebook como un juego de suma cero, cuando objetivamente no lo es.

Es completamente deprimente.

P.S.: ¡Casi lo olvido! ¿No se supone que el iPad iba a salvar la industria editorial? ¿En qué quedamos?


P.S.2: Una entrada al respecto de Galli que me ha encantado: Tabletas y la falacia narrativa perfecta
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