domingo, noviembre 21, 2010

Tabletos y proyectores en el aula

Llevo un tiempo preocupado con la introducción de los medios digitales en el aula, y la preocupación va en aumento. No se me entienda mal: el proyector, bien empleado, es una herramienta magnífica. Por supuesto, dentro y fuera del aula, el ereader es un salto incluso superior. Más de eso, luego.

No tengo tan clara la cuestión cuando se trata de introducir PCs en el aula, y me da un poco igual que sean portátiles que ordenadores fijos conectados al pupitre. No lo rechazo, pero me atrevo a cuestionar si es deseable por sí mismo.

Si vuestro hábitat laboral no es el aula, pensad en lo que implica la presencia de portátiles conectados a Internet en vuestras reuniones de trabajo: a menos que haya algún mecanismo de control (ya sea la presión de los resultados, la mirada del jefe o incluso el qué dirán), la tentación de evadirse desde la reunión a una web gráficamente discreta es constante, sobre todo si se está llevando a cabo una presentación de algunos minutos. No sé vosotros, pero yo creo que la presencia de portátiles en la mesa de reuniones tiene que justificarse objetivamente en cada caso: ya sea aportar datos, ya sea acceder a información necesaria en ese momento, ya sea poner en común los avances que hemos llevado a cabo desde la reunión anterior. Pero no acaba de quedarme claro, incluso, que el portátil sea la solución óptima para la toma de notas en una reunión, tanto por el ruidillo del tecleo como por el hecho de que el teclado, al ser un instrumento de input que necesita de ambas manos, requiere de nosotros más concentración... que se la detraemos a la atención que prestamos sobre lo que sucede.

Sed honestos con vosotros mismos al pensaros en esas situaciones. Y ojo, como en todo tinta-e, no estoy en posesión de la verdad sino que reflexiono desde la experiencia acumulada.

Ahora trasladad vuestra experiencia a un aula, a los espacios de vuestra infancia y juventud. Pensad en:
  • Que a la fuerza es menos participativa que una sala de reuniones
    • En una sala de reuniones no hay profesor
    • En un aula hay decenas de alumnos
    • La dinámica de una clase es mucho más lineal que una reunión, porque hay que transmitir conocimientos de un extremo del aula (profesor) al otro (alumnos)
  • Que exige una atención constante de los que están en ella
    • Que es muy difícil de mantener, por puro agotamiento
    • Que es repetitiva, y hace al exilio muy tentador... sobre todo "si no se nota"
    • Que Internet "está ahí fuera", con su tuenti y su forocoches

Por lo tanto, mi conclusión es que el PC debe justificarse, y bien. Debe servir al propósito formativo e integrarse en las dinámicas docentes.

Y es algo que ni mucho menos se está cumpliendo. Ha venido la venda antes que la herida, el futuro ha venido cabalgando a lomos de portátil en lugar de priorizar metodología primero y formación del profesorado después.

Si esto es así con los portátiles, se puede decir otro tanto respecto al futuro que viene. Sin que hayan acabado de justificarse los portátiles, pueden verse expulsados del aula... por el tsunami tableto. Ya ha pasado: los sobremesa que se compraron para ciertos programas han sido relegados a sótanos ante la llegada de los portátiles de aula 2.0. Y sigo sin conocer la justificación ni de lo uno ni de lo otro.

Sin que se parta de la justificación e integración de los portátiles, se va a saltar a los tabletos. No ahora mismo, porque la crisis teóricamente impide un gasto tan tremendo. Pero es factible que ocurra, y a la presión de meter ordenadores en las aulas se suma la presión de la moda tableto, de la superioridad indiscutida del nuevo formato. Indiscutida, claro está, en el sentido literal del término.

Hace unos días leí una interesante entrada en el blog de Nate el grande: ¿El mejor argumento de los tablets como libros de texto?

En muchas ocasiones hemos leído acerca de las indiscutibles virtudes del libro enriquecido con animaciones. Empiezo a sospechar que en estos días hay una superpoblación de hechos indiscutibles. Y no sólo parece indiscutible que la animación interactiva aporta per se una ventaja educacional en todos los casos, sino que debe disputar espacio al texto en el entorno individual de aprendizaje.

Ahora, mi pregunta es: ¿Por qué dichas animaciones tienen que tener lugar en el equipo de cada alumno? ¿Por qué no basta con el proyector?

diréis "por la interactividad"

Una vez más, lo que me atrevo a cuestionar es la ventaja indiscutible de la animación interactiva. No digo que no valga, pero que tenga ganada la batalla contra el texto didacto es absurdo. Sobre todo por la conformación y estructuración de la mente de los alumnos: lo esencial de cada unidad de aprendizaje es que el alumno adquiera una estructura de ideas, un cuerpo elemental de datos que la llene de hojas y, si cabe, herramientas para poner esto en movimiento.

Llevamos más tiempo del que parece con esto del gráfico interactivo. Dejando aparte la diferencia bestial de capacidades gráficas, se lleva intentando dar salida a la imagen interactiva desde los años 90, desde el CD interactivo, la encarta y productos comparables.

¿Cómo es que un tableto va a triunfar donde no lo ha hecho un CD? ¿La diferencia estriba en el multisobo? ¿Es la pantalla capacitiva garantía de éxito?

Una vez puesta la animación en su sitio (aceptable, no dominante), la segunda pregunta relevante es el orden de prioridades. Como dice Nate el Grande, hay un problema de costos nada despreciable. Dichas animaciones, a día de hoy, son tremendamente costosas. Y cabe preguntarse por el coste de oportunidad de dichas animaciones: ¿Qué es lo que el alumno, el centro o el sistema educativo podrían adquirir con ese dinero?

Veámoslo de otra manera: ¿Han recurrido a alguna de estas maravillas interactivas los programas de excelencia que han demostrado que funcionan? ¿India? ¿Japón? ¿China, desde hace poco?

Claro que no. La excelencia no es otra cosa que potenciar la excepción estadística por medio de filtros de rendimiento. En cada etapa se exige a cotas inimaginables para nosotros, se filtra sin piedad, siguiente etapa. Claro está, la pregunta es si esto es deseable, y mi respuesta sería un rotundo no. Lo siento por los niños japoneses o chinos, pero quiero que mis hijos tengan infancia y que potencien en lo que puedan la cooperación sobre la competición. Deseo que reciban su herencia humanística y científica y que apuesten por su futuro de forma sana.

Que no se nos olvide, cabalgamos sobre hombros de gigantes. Esta obsesión contemporánea por reinventar la educación obvia por completo que con los sistemas anticuados nació el Círculo de Viena, la Residencia de Estudiantes o, en general, la producción académica del siglo XX. Igualmente, la fascinación por esta ruptura educacional deja a un lado con ignorancia culpable todos los avances previos en educación, rompiendo con modelos que, siendo como eran previos a la digitalización del aula, apostaban más por el ser humano y el grupo cooperativo.

Sea como fuere, me parece que el texto, su estructura y contenidos, no han encontrado sustituto real para la parte del león del aprendizaje. Tampoco se inventa nada nuevo al sugerir que los textos nazcan en el centro y con participación de los alumnos. Lo único que aportan a este respecto las tecnologías digitales es el coste cero y herramientas de colaboración sin precendentes. Lo "único", que siendo muchísimo, sigue bebiendo del arte previo tanto si se sabe como si no.

Por lo tanto, un dispositivo digital al servicio del aprendizaje debería estar centrado en el trabajo óptimo y productivo con textos. Como ya se puede hacer con esfuerzos nativos como Libertexto, la idea feliz que ofrece nuevas posibilidades para el texto bien enraizadas en lo bueno precedente. De libertexto hablaré más detenidamente en breve, cuando sea el momento.

Si nos centramos en los dispositivos, todo el texto precedente (del que no pienso "pedir disculpas" porque, si has llegado hasta aquí, es porque te interesa por algún motivo) me lleva a un dispositivo que se centre en optimizar el trabajo con textos. Que aligere mi espalda, que en cualquier parte me permita tener una biblioteca a mano, que me permita reutilizar con más eficiencia que el precedente analógico las notas y citas. Y, puestos a pedir, que no contribuya a distraerme, que mientras lo tenga en la mano refuerce en lo posible mi concentración en la tarea de leer y trabajar una serie de textos.

Eso ya existe, y ha alcanzado la primera madurez. Son los ereaders, los dispositivos lectores de libros electrónicos. Los dispositivos que deberían llevar los estudiantes cada día, trabajar con ellos en clase y en su casa. Los salvadores de bosques enteros, y los medios con potencial de compartir contenidos educativos sin coste entre quienes los produzcan.

Huy, lo que he dicho :)

Lo de la distracción no es pecata minuta ni mucho menos. Mientras escribía este post, Antonio Gallego marcó en su Google Reader este estupendo artículo del NYT, Growing Up Digital, Wired for Distraction. Estamos en un momento crítico en el que, pese a que detectamos que los jóvenes tienen un problema con la multitarea descontrolada y un déficit preocupante de atención
But even as some parents and educators express unease about students’ digital diets, they are intensifying efforts to use technology in the classroom, seeing it as a way to connect with students and give them essential skills. Across the country, schools are equipping themselves with computers, Internet access and mobile devices so they can teach on the students’ technological territory.
Lo único que me parece relevante es si seguimos dejando hacer, si dejamos que una miopía asombrosa hacia las implicaciones reales de la digitalización del aula anule toda posibilidad de que rinda su potencial a la siguiente generación, o si tomamos cartas en el asunto.
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