En resumen, Amazon ha hecho lo correcto con malas formas y peores consecuencias. Puso a la venta por el Kindle 1984 y rebelión en la granja. Deliciosa ironía, como no tenía derechos para hacerlo eliminó sin aviso previo de los kindles esos dos libros. De la noche a la mañana, los usuarios de los kindles se encontraron con que si habían comprado esas obras inmortales, ya no estaban en sus dispositivos, y que otro tanto había ocurrido a sus anotaciones. El dinero se les devolvió, pero os podéis imaginar el disgusto y la desconfianza para quien tenga dos dedos de frente.
La ley les asiste, pero su espíritu quizás no. La letra pequeña es pequeña para dificultar su lectura, y eso ocurre. Aunque tenían derecho a hacerlo, si primero hubieran reintegrado el dinero, luego hubieran avisado de lo que pasaba, hubieran pedido disculpas por el error en los medios y hubieran procedido al borrado, habría sido lo mismo, pero los efectos no.
Al menos, no tan gordos. Porque lo cierto es que seguimos vinculados de forma estable a los libros, ya sean e- o p-, y que un libro nos desaparezca después de comprado no puede hacer gracia, se haga con la cortesía que se haga.
Si logran despegar otros distribuidores de e-books (y realmente me gustaría que ocurriera, por el miedo creciente que tengo al Kindle, a su modelo de negocio y al espíritu que lo anima), pueden escarmentar en cabeza ajena y evitar por todos los medios disponibles cometer este error tan fatídico. No se me ocurre una forma mejor de alienar al cliente que eliminar sin su consentimiento, sin aviso y con alevosía los contenidos que ha decidido pagar en vez de piratear.
En fin, que si el monopolio con el que amenaza Kindle, sobre todo después de la posible retirada de Sony, ya me daba mal rollo, ahora ni os cuento. Cada vez es más dificil ser tibio en este tema, que diría Demócrito.
Ya os he hablado también de las pechás de curro que se ha metido RFOG para hacer andar su kindle en España. Las cosas como son, ahora lo veo menos recomendable que nunca (y eso que, en abstracto, tanto el aparato con su teclado como su modelo de distribución me parecen el mejor y con diferencia, si no fuera porque en la realidad dan pánico). En cualquier caso, sus comentarios sobre este tema cubren sobradamente los aspectos más esenciales del problema. Merecen mucho la pena.
Por último, hablar de unas obras escritas en los 40 y que sigan produciendo problemas con sus derechos en 2009 me lleva a pensar sobre lo obsoleto-abusivo de los derechos de autor. Entiendo que en vida del autor, los derechos son inalienables. Entiendo también que el autor cede los derechos de publicación en los plazos que acuerda con la editorial. Lo que no me parece justificable es que, 59 años después de la muerte del autor, nadie alguien siga sacando dinero de ello. Estéticamente entiendo que la muerte del autor libera su obra para toda la humanidad. Viuda e hijos no deberían recibir un trato diferente al que recibe cualquier otro ciudadano en sus circunstancias y, de todas maneras, quien saca beneficio de la obra después de muerto el autor no son ellos, precisamente.
Corregido gracias a jj.
El mundo ya está a las puertas de la revolución e-book. Muerto un autor, creo que lo prioritario debería ser fomentar su inmortalidad, facilitando al máximo que su obra fuera leida.