viernes, mayo 06, 2011

Exito generalista y fracaso educativo: paradoja del kindle

Leo en planetaebook la enésima referencia a lo inadecuado que resultan los ereaders para el estudio. Partamos de la base de que yo habría dado palmas con cada oreja de haber contado con un kindle cuando estudiaba. Y partamos de que mi italiañol no era suficiente para entender todo el artículo y que me he valido de la traducción italiano-inglés (italiano-español queda peor con google translator).

Nos vuelven a insistir en que las pruebas piloto de Amazon no han resultado como esperaban. A falta de más datos, me quedo con una copla: se entregaron los kindle DX con apenas alguna sesión introductoria, en plan "experimento libre". Vamos, muy lejos de una iniciativa conjunta en la que el ereader fuera un instrumento, una de las patas de la mesa junto a un repositorio de documentación y una metodología de trabajo.

Dejando este presunto fallo aparte, lo que me llama la atención es que los ereaders no permiten "trabajar como con el papel" y, a la vez, "no incluyen capacidad multimedia". Dejando aparte que el artículo incluye algún error grueso (como afirmar que en el kindle no se pueden tomar notas), lo que realmente me interesa es cómo los valores y deseos de los estudiantes se anteponen al análisis frío.

  • Por una parte, tenemos la resistencia de los valores previos: los que les forman, les siguen machacando con la importancia del papel. Esperemos que menos con la toma de apuntes al dictado o demás arcaicismos que padecimos en el pasado reciente, pero desde luego siguiendo el fetiche -ya sutil, ya explícito- del papel como depositario del saber.
  • Por otra parte, tenemos la querencia a la última moda de consumo conspicuo digital: los tabletos. Descarto PCs de sobremesa y portátiles por la sencilla razón de que llevan tanto con nosotros que no tendría sentido hablar de carencia de sus posibilidades: el PC está ahí desde hace mucho, y lo que ofrece se da por supuesto (y no se valora). No, pienso en la multitouchicidad y en el multimedia sostenido a pulso. La contradicción se resuelve porque ambos valores conviven en estanterías aparentemente separadas: el estudio pertenece al papel, pero las animaciones fashionables son... deseables, apropiadas, un posible futuro positivo para la enseñanza. 
La contradicción entre la animación multimediática y la lectura prolongada no se resuelve, por más que un tableto ofrecería las mismas opciones escapistas, procrastinadoras y distrayentes que un PC (a lo que sumaríamos el Angry Birds). Para cierto perfil de consumidor, el deseado e injustificado tableto (se quiere aunque no se necesite) presiona su fibra moral, virando con violencia desde el deseo hacia la justificación encajada a martillazos. Por más que tras 20 años de intentos, se debería tener claro que lo multimediático no es significativo (y sólo marginalmente útil en el mejor de los casos) para el estudio, se lo emplea sin rubor, con la alegría de haber dado con un motivo aparentemente sólido para encajar al tableto deseado en el tiempo dedicado al estudio.

El papel me sobra cada vez más. Me eduqué con él, y mis libros amados de juventud siguen en papel. Pero para trabajar es aberrante: sólo atesora dato muerto, que me consume tiempo valioso para recuperar y reutilizar. Y el estudio es sólo un trabajo, un conjunto de tareas que prepara para el trabajo de verdad. En abstracto el papel debería ser igual de útil que para otro tipo de trabajo, con la sóla condición de que se disponga de un dispositivo adecuado para utilizarlo.

El problema del ereader es múltiple:

  • Está centrado en la lectura de libros, en vez de en apps escapistas
  • Es barato. Lo barato no es signo y depositario de status. Nadie pretende ligar soltando el llavero de un dacia encima de la barra de un bar.
  • No es nuevo, al menos no para el coinosseur o enterao.
Por lo tanto, si el papel se resiste porque atesora valores positivos (aceptados de arriba a abajo, del profesor al alumno que lo imita), el ereader no llega porque su deseabilidad para el individuo es menor que la de un flamante tableto. Por más que el ereader ayude al estudio, tanto por limitar el cansancio visual como por frenar las distracciones que nos sacan de proseguir con el objeto de estudio: con los textos.
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