En el metro de Madrid, la visión de un ereader ya no es anecdótica. Son menos que los smartphones, de acuerdo, pero la palabra desarrollada, crecida como un árbol, nunca fue de gusto mayoritario. Digan lo que digan. Y no es ni bueno ni malo: va en caracteres, en preferencias y en prioridades, y no tenemos derecho a juzgar al vecino por no devorar libros como nosotros.
En el metro nunca se escribió. Pero en los despachos y salas de estar, o en las cafeterías, o en los parques, sí. Bajo un árbol. En la playa. Ahora podemos leer con toda comodidad usando un ereader, pero si queremos escribir, o usamos un lápiz y un cuaderno, o tenemos que usar un dispositivo que, por más que sea común, no está optimizado para seguir a un texto mientras se desarrolla: las pantallas retroiluminadas.
Es lo que hay. Mejor dicho, es lo que había. Hasta hace 5 años, en el mercado no había otra cosa. Y como resultado, no se leían muchos libros no ya en pantalla, sino en las PDA. Los ereaders son los principales protagonistas, los leyes de la lectura digital. Y no sólo por la comodidad de las pantallas de tinta-e, sino por la ausencia forzada de distracciones. Con un tableto se pueden hacer muchas más cosas, pero con un ereader... lees.
Lees, porque no te dejan escribir. Porque usar sus tecladitos mecánicos o los teclados en pantalla es un suplicio. Porque no son viables para escribir al ritmo de tus pensamientos, o aún de tus dedos. Incluso para mí, que escribo como si me hubieran amputado los meñiques, porque los encojo cual yakuza acobardao.
En las primeras horas que paso con mi estrenado ewriter, la idea me viene como una tromba: ¿Cómo no se les ocurrió a los fabricantes y vendedores que a muchos de los que nos gusta leer, nos gusta o necesitamos escribir?
La Industria es necia o está manejada por personas que por lo visto no leen mucho o tienen la suerte de tener ojos muy resistentes. Por lo visto, digo, porque si sus ojos sufrieran seguro que ya se habrían puesto manos a la obra para crear una máquina de escribir de tinta electrónica o simplemente un monitor de tinta electrónica de 20 pulgadas o más para acoplar a tu ordenador...
ResponderEliminarEs de cajón, siempre pasa, cuando alguien millonario pierde un familiar por una enfermedad determinada de repente se interesan por invertir en investigación para la erradicación de esa enfermedad, pero no antes. Por eso creo que sería una suerte que algún magnate tuviera algún problemilla con sus ojos, quizás empezaríamos a ver avanzar lo que no se ha avanzado en años las aplicaciones de tinta electrónica....